Hoy era un sábado de invierno como otro cualquiera, amenazaba lluvia pero probablemente no llovería, así que me pareció el momento ideal para llevar mi paraguas Mary Poppins, pues seguramente no tendría que usarlo y se mantendría en perfecto estado, como siempre. Sin embargo por la tarde, cuando regresaba a casa en metro, iba subiendo por una escalera mecánica que repentinamente se estropeó y se detuvo, por lo que tropecé y perdí el equilibrio, estando a punto de caerme. Aparentemente no había sucedido nada, pero cuando miré mi paraguas me di cuenta que se le había roto el mango y ya nunca más podría volver a usarlo. Así que he visto decepcionada cómo mi paraguas a estrenar, se ha roto incluso antes de que llegue la ocasión especial de usarlo.
Esto me ha recordado a una situación parecida que viví en mi infancia. Cuando era pequeña iba a jugar a casa de una amiga que tenía muchos hermanos. Mi amiga y su familia solían hacer su vida diaria en una salita muy pequeña, donde apenas cabían todos incómodos y apretados, sin embargo, la casa disponía de un gran salón decorado con cuadros y muebles antiguos muy bonitos que siempre permanecía cerrado. Yo no podía entender esto, pero la madre de mi amiga decía que sólo lo utilizaban en celebraciones especiales y de esta forma siempre estaba ordenado y los muebles se conservaban en buen estado. Unos años después, mi amiga y sus hermanos, por diferentes circunstancias de la vida, se tuvieron que ir a vivir a ciudades alejadas de nuestra ciudad natal, algunos incluso se marcharon a trabajar fuera de España y apenas disponían de tiempo para visitar a sus padres más que una o dos veces al año. Así que el gran salón siguió cerrado, puesto que las oportunidades de ocasión especial escaseaban. Tal vez de haber sabido que sus hijos se marcharían tan lejos, la madre de mi amiga se habría dado cuenta que en realidad cada día que habían pasado juntos había sido un momento único, ahora desperdiciado, para disfrutar juntos del gran salón que siempre había permanecido cerrado. Estoy segura de que si la madre de mi amiga pudiera retroceder en el tiempo y considerar cada día como una ocasión especial, lo habría hecho, pero desafortunadamente las agujas del reloj sólo giran en una dirección y a veces se nos olvida vivir plenamente el presente pensando que un futuro mejor nos espera.
¿Cuántos momentos de tu existencia reservas para esa ocasión especial que nunca sucede? Tal vez esa joya que atesoras aguardando para lucirla en ese gran evento al que nunca te invitan o ese traje que apenas usas esperando el día especial para llevarlo puesto, permanezcan guardados toda tu vida porque no ha llegado la ocasión especial de hacerlo. Quizás pienses en estos instantes en esa persona que siempre ha estado a tu lado y a la que sólo dices te quiero o le haces un regalo el 14 de febrero o el día de vuestro aniversario, cuando ¿acaso no la sigues queriendo los 363 días restantes del año? y es que cualquier día es el momento perfecto para demostrarle tu afecto. No reserves el viaje de tu vida para cuando tengas tiempo o te jubiles, porque tal vez ese momento nunca se produzca. No esperes a que lleguen las vacaciones para leer tu libro favorito o para hacer aquello que más te gusta, ni a que sea 31 de diciembre para desearle lo mejor a un gran amigo y luego olvidarte de él en cuanto las campanadas estrenan el nuevo año. No esperes un ascenso para descorchar una botella de champán, ni a que sea tu cumpleaños para darte un capricho, ni aguardes a que España juegue la final del Mundial para pasar una tarde tomando cañas con tus amigos.
No puedes abandonar tu vida en espera de la ocasión especial, porque seguro que muchas ocasiones especiales se te han escapado esperando a que llegue ése gran momento y en ese preciso instante es cuando te lo pierdes, porque la ocasión especial siempre ha estado ahí, en las pequeñas cosas que forman parte de tu vida y te acompañan cada día, pero tú no has sabido verlo, porque crees que un momento especial sólo sucede cuando se produce un gran acontecimiento que cambia tu vida y entonces tú mismo te cierras la posibilidad de que ese instante mágico se produzca, porque no crees en él. Cualquiera que sea tu religión o tu creencia, cada día es una ocasión especial para sentirte agradecido por estar aquí y por tener el privilegio de comenzar un nuevo día y aunque a veces el destino te lleve por caminos difíciles, lleno de obstáculos y piedras y no encuentres sentido a tu vida, si puedes escuchar el latido de tu corazón y demostrar tu coraje y tu valía, es porque tu vida tiene un sentido y un valor y así deberías verlo.
Devolver una sonrisa, dar las gracias o decir te quiero, escuchar una bella canción, dar un paseo por el parque con tu hijo, comer tu plato favorito o compartir un rato con tus seres queridos son ocasiones especiales que pueden suceder cuando tú decidas.
Si cada día te regala el privilegio de contemplar el amanecer y puedes observar cada anochecer el resplandor de la luna y las estrellas, encontrarás que no hay ocasión más especial que ésta y sucede exactamente cada veinticuatro horas.
Tu vida entera es una ocasión especial y si lo consideras de esta manera, vivirás intensamente y celebrarás cada día el ser el protagonista de cada momento de tu existencia.
No esperes más tiempo para vivir una ocasión especial y empieza ahora, desde este mismo segundo.