El Deutsche Bank lo borda. Se descuelga del guindo con una propuesta sorprendente: cobrar un impuesto del 5% a los teletrabajadores tras la pandemia; así, a la brava. Los considera trabajadores privilegiados porque, además de conservar su puesto de trabajo, se ahorran los costes de ir a trabajar. El autor de la propuesta, Luke Templeman, argumenta: "Aquellos que pueden trabajar desde casa reciben beneficios financieros directos e indirectos y deberían pagar impuestos para suavizar el proceso de transición para aquellos que han sido ahora desplazados de golpe". Y añade: "También tiene sentido reconocer a los trabajadores esenciales, que asumen el riesgo del coronavirus por salarios bajos. Aquellos que son lo suficientemente afortunados de poder 'desconectarse' de la economía cara a cara se lo deben".
Pues muy bien, si se trata de reconocer el trabajo de las personas esenciales que comience el banco con los que posee en sus instalaciones subiéndoles un 5% adicional a su sueldo, porque una cosa es hablar otra dar. Además, el señor Templeman no tiene en cuenta que muchos teletrabajadores lo son porque no les queda otra. Se olvida que al trabajar desde casa se pierde el contacto con la realidad de la empresa y a la larga, al disminuir la reivindicación, se produce una merma salarial. No tiene presente que el ahorro derivado del trabajo que obtienen las empresas en forma de electricidad, internet, calefacción, teléfono o material de lo oficina se lo trasladan directamente al trabajador.
Y ya puestos, el Deutsche Bank podría aplicarse el cuento y devolver ese 5% a los partícipes de su banco porque el ahorro del cierre de oficinas y la digitalización de su estructura bancaria ha originado un peor servicio en sus sucursales bancarias. Además, ha obligado a sus usuarios a descargar aplicaciones para móvil que no necesitaban, evitándole gastos a su banco al realizar ellos mismos la operaciones bancarias por internet.
Y es que hay días que te lo dan hecho.