La odisea de entrar y salir de Ko Tao

Por Amoreno
Habíamos llegado a Tailandia un viernes y después de pasar un día haciendo turismo por Bangkok, a última hora del fin de semana iniciamos nuestra particular odisea hacia isla tortuga, Ko Tao.

Ko Tao, una pequeña isla en el golfo de Tailandia al norte de las mundialmente aclamadas Ko Samui y Ko Pha Ngan (por motivos bien opuestos cada una de ellas), no era sino la razón principal de nuestro paso por Tailandia. Javi y yo nos habíamos propuesto sacarnos el título de PADI OPEN WATER de submarinismo, y cumplir así un sueño que perseguíamos desde hace años. Tras darle muchas vueltas al dónde y al cuando, y con ayuda de nuestro buen amigo Andrés, compañero becario ICEX en la oficina comercial de Bangkok, decidimos que el mejor lugar para obtener la licencia de PADI era Ko Tao. Elegir el destino y situarlo en el mapa era sencillo, llegar hasta allí no tanto.

Estudiamos varias combinaciones para llegar desde Bangkok, bien volando a Surat Thani o a Ko Samui y de ahí en ferry a la pequeña isla; o por tierra hasta Chumphon, el punto geográficamente más cercano a Ko Tao en tierra firme, y allí coger un barco. Nos decidimos por esta última opción porque implicaba un factor interesante, el tren.

Viajar en tren por el sudeste asiático es sinónimo de vivir anécdotas y aventuras, así que en lugar de tomarnos la paliza de viaje hasta Ko Tao como un engorroso trámite decidimos convertirlo en una experiencia. A veces lo más excitante de un viaje es recorrer el camino, no llegar al destino. No obstante, tampoco era cuestión de presentarnos en la estación de Bangkok con las manos vacías, así que intentamos comprar con antelación los billetes en la web de Thailand Train Ticket y para nuestra sorpresa vimos que incluía también la posibilidad de comprar el billete de barco rápido a Ko Tao. En un momento habíamos solucionado todo el viaje de ida.

Pedimos que nos enviaran los billetes a nuestro hotel en Bangkok y tras recogerlos, el domingo por la tarde estábamos en la estación de tren de Bangkok, puntuales para coger el tren de las 19:30h.

El tren era un enorme cacharro de metal con un aire antiguo que le da daba hasta cierto encanto. Al ser un tren nocturno incluía literas, pero estas no se abrían hasta después por la noche. Cuando llegamos estaban montados sólo los asientos así que nos sentamos y nos relajamos mientras el tren partía de Bangkok rumbo al sur hablando con dos chinos que curiosamente iban hasta Surat Thani.

A las dos horas de haber arrancado, pasaron unos señores y montaron las literas. Nos dieron todo lo necesario, el colchón, las sábanas, la almohada, una cortina y hasta una manta. El vagón en el que viajábamos no tenía aire acondicionado, sino ventiladores. No fue cuestión de ahorrarnos unos míseros bahts, sino que Javi y yo teníamos el presentimiento de que como en cualquier otro medio de transporte del sudeste asiático pondrían el aire acondicionado a tope de frío y decidimos que era mejor pasar calor que agarrar un resfriado. La litera era menos incómoda de lo que esperaba y con el traqueteo de las vías rápidamente pude conciliar el sueño.

Estaba yo durmiendo cuando sobrevino la tragedia. Me desperté sobresaltado a las 3:30 de la mañana, no había traqueteo, el tren se encontraba detenido. Se suponía que sobre esa hora llegaríamos a Chumphon. Fue entonces cuando recordé la conversación con los dos chinos y me di cuenta de que nuestro tren no llegaba hasta Chumphon sino ¡mucho más al sur de Tailandia, Surat Thani!. ¿Quién sabe si alguien nos avisaría cuando hubiéramos llegado a Chumphon y tuviéramos que bajarnos? Pensé en Japón, aquel tren no tenía pinta de tener una señorita que anunciase aquello de "Mamonaku..."
Desperté a Javi rápidamente y mientras el resto de los pasajeros del vagón dormían detrás de sus cortinas salí corriendo con la mochila a la espalda. Abrí la puerta del vagón y me asomé esperando encontrar el andén de una estación, pero el tren estaba parado en mitad de ninguna parte, rodeados por la oscuridad de la noche. Intenté pasar al vagón contiguo para buscar al revisor y preguntarle pero la puerta estaba bloqueada. Así que volví a mi litera y mientras Javi y yo discutíamos sobre si el tren habría pasado ya a esas alturas por Chumphon sin que nos hubiésemos dado cuenta por el otro extremo del vagón apareció el revisor. Le preguntamos y nos dijo que aún quedaba mucho hasta llegar a Chumphon, ¡unas dos horas, tócate las narices con los horarios! Le preguntamos al tipo si nos avisarían cuando llegáramos y este asintió. Así que tras el pequeño susto, volvimos a dormir hasta que el tren llegó a Chumphon a las 5 de la mañana. Una vez en la estación, el revisor pasó por los vagones soltando a grito pelado ¡Chumphon, Chumphon! y la mitad de los pasajeros del tren nos bajamos.

En la estación enseñamos nuestros billetes de ferry a Ko Tao a unos tipos que había allí esperando en el andén y nos pusieron una pegatina. Luego nos dijeron que esperáramos mientras llegaban otros grupos de occidentales. Cuando ya estábamos todos, nos llevaron hasta un autobús que nos dejaría en el puerto de Chumphon.

Ya en el puerto, la imagen del embarcadero de madera al amanecer nos recordó que faltaba poco para llegar al paraíso tropical. Nos pusieron otra pegatina que decía Ko Tao y entregaron otras a aquellos turistas con destino Ko Pha Ngan y Ko Samui. Montamos todos en el mismo ferry, que era un barco rápido.

En una hora y media aproximadamente llegamos a Ko Tao, el barco continuaría hacia el sur para llegar a las otras dos islas. En el puerto nos estaba esperando una camioneta pick-up para llevarnos al resort donde habíamos contratado el curso PADI. Llegamos el lunes por la mañana y nos marchábamos el jueves por la noche, teníamos el tiempo justo para hacer el curso de submarinismo, quizás fuimos demasiado apurados. Entre las clases de teoría y las prácticas de inmersión apenas tuvimos un momento de descanso para tirarnos en la playa o recorrer la isla, aún así Ko Tao nos pareció un sitio bonito y apacible donde pasar las vacaciones.



El jueves al mediodía terminamos el curso y por la tarde nos marchamos. Nos fuimos con la sensación de que podíamos haber alargado nuestra estancia en aquella maravillosa isla uno o dos días más, pero Singapur nos esperaba para pasar el fin de semana y teníamos por delante otra odisea de 24 horas para salir de la isla por un camino diferente. En el puerto de Ko Tao cogimos un ferry nocturno de 8 horas hasta Surat Thani, fue una travesía horrible con el mar embravecido. Tras salir mareados de aquel ferry de la muerte pillamos un autobús en Surat Thani para llegar hasta Krabi Town, a unas 3 horas de distancia, y de ahí en taxi al aeropuerto. 24 horas después, el viernes por la tarde, llegábamos a Singapur completamente inmolados por el largo viaje pero con ganas de celebrar por todo lo alto que habíamos cumplido nuestro sueño y ya teníamos el título de PADI.