Camaradas,
Tras haber golpeado duramente el centro y los flancos norte y sur del Grupo de Ejércitos Centro, el Alto Mando Soviético decidió atacar también el flanco derecho del Grupo de Ejércitos Norte. Al sur del Lago Ilmen, donde se encontraba situada la 290ª División de Infantería del Norte de Alemania, la gran batalla de penetración soviética comenzó el 9 de enero. Yeremenko lanzaba al asalto a cuatro ejércitos completos.
Viktor Nikolayevich era un avezado pescador del Lago Ilmen. Llevaba una barba de chivo y era conocido entre sus compañeros como “El Consejero.” Era el líder de la guardia de 80 hombres que protegía el pueblo de Vzvad de los ataques partisanos. Viktor Nikolayevich y sus amigos simplemente deseaban vivir en paz. A comienzos de septiembre de 1941, los alemanes habían llegado con su agradable Teniente Coronel Iffland y su 290º Batallón Panzerjäger. Se habían establecido en el punto más septentrional de la estratégicamente importante franja de terreno entre los Lagos Seliger e Ilmen. Esa punto establecía el final de la única carretera que ascendía desde Staraya Russa a través de 16 kilómetros de estepa, bosque y marismas hasta el lago y el estuario del Lovat.
En consecuencia, el pueblo de pescadores de Vzvad constituía un punto fuerte, una fortaleza junto a la carretera y la última parada del frente entre los Lagos Seliger e Ilmen sobre el flanco de la 290ª División de Infantería. Durante el otoño los Panzerjäger se marcharon. ¿Qué sentido tenía guarnecer ciénagas y marismas? Pero hacia el final del mes de diciembre de 1941 algunos elementos del batallón habían regresado. Lo que durante el verano había sido un territorio impenetrable –salvo para aquellos con conocimiento local- podía convertirse en un sencillo pasadizo a través del frente alemán en el invierno una vez las marismas habían quedado congeladas. Exploradores y columnas de suministro para los partisanos probaron suerte en la zona. Patrullas destacadas por las unidades rusas que sostenían una línea a través de los bosques al norte de la Bahía Sinetskiy cruzaban las marismas y lagos helados y lagunas sobre esquís.
Un gran ataque soviético en la dirección del nudo de comunicaciones de Staraya Russa sería una amenaza mortal para los dos Cuerpos de Infantería alemanes que mantenían la línea entre los Lagos Ilmen y Seliger. Los rusos habían intentado antes –y a menudo con éxito- dislocar sectores enteros del frente alemán mediante la conquista de sus bases de suministro en retaguardia.
La temperatura el 6 de enero de 1942 era de 41 grados centígrados bajo cero. La cobertura de hielo sobre el lago y otras aguas tenía más de medio metro de espesor. La profundidad de la nieve era de casi un metro. Las patrullas alemanas se movían constantemente, en busca de huellas. No hallaron nada.
A primera hora de la tarde, “El Consejero” acudió a ver al Capitán Günther Pröhl, el comandante de los Panzerjäger en Vzvad y representante allí del Teniente Coronel Iffland. “Hay conversaciones en el pueblo según las cuales la batalla por la liberación de Staraya Russa comienza hoy, nuestro Día de Navidad Ruso,” dijo. El capitán sabía que Viktor Nikolayevich no era dado a los rumores. También sabía que por muchas patrullas que se destacaran, era imposible evitar los contactos secretos entre los pescadores a ambos lados de la línea de combate. De inmediato, envió dos patrullas de esquiadores.
Dos horas más tarde, la primera patrulla estaba de vuelta. “Numerosas huellas de esquí junto al río Lovat,” informaron.
La segunda patrulla trajo consigo tres prisioneros –dos soldados soviéticos y un civil sospechoso.
La noche cayó. Pröhl puso a sus hombres en alerta. En el lado opuesto, sobre las líneas rusas, bengalas rojas y verdes surcaron el cielo.
La noche helada transcurrió con tranquilidad y sin acontecimientos. No se disparó un solo tiro a lo largo de todo el frente cubierto de nieve entre los Lagos Ilmen y Seliger.
Los prisioneros fueron interrogados a través de un intérprete. El civil afirmaba ser de una aldea cercana. Los dos soldados le habían obligado, dijo, a mostrarles el camino hasta Vzvad. Su cabeza afeitada, sin embargo, sugería que él también era un soldado, probablemente en una misión de Inteligencia. El Capitán Pröhl lo hizo encerrar en una sauna.
El interrogatorio a los dos hombres uniformados arrojó algunas revelaciones interesantes. Los dos pertenecían al 71º Batallón de Esquiadores Soviético. Informaron de que su batallón acaba de ser traído al frente y que se encontraba equipado con quitanieves y trineos a motor. La comida era escasa, se quejaban. Todos los suministros que llegaban eran armas y municiones.
“¿Ha habido alguna conversación acerca de un ataque?,” preguntó el intérprete. Durante algunos instantes los prisioneros dudaron, pero finalmente comenzaron a hablar. “Sí, se dice que el globo va a subir mañana.”
Pröhl recibió el protocolo del interrogatorio con prudencia. Seguramente se darían cuenta bien pronto cuándo la artillería enemiga da comienzo a su bombardeo preliminar. Ésa sería la inconfundible señal de un ataque.
Durante la mañana del 7 de enero, Pröhl informó a la División. Enviaron más patrullas, el gélido viento del este estaba enfriándose aún mas, transformándose en una ventisca y borrando huellas, caminos e incluso la carretera a Staraya Russa. El termómetro en el exterior de la cabaña de “El Consejero” marcaba 45 grados bajo cero.
Al amanecer, se escuchó el sonido de un avión. El faro de Zhelezno parpadeaba sin cesar, sin duda sirviendo de baliza para el avión soviético. Extrañamente, ni una sola máquina se acercaba a ningún lado del frente. No se disparaba un solo tiro. Ningún cañón bramaba.
A las 21:20 horas sonó el teléfono. El Teniente Richter informó desde el punto fuerte “Hochstand 5,” tres kilómetros y medio al sudeste de Vzvad: “Grandes movimientos enemigos. Trineos a motor y tropas sobre esquís nos rebasan.”
Un mensajero llegó corriendo desde el punto de observación en lo alto de la torre de iglesia de Vzvad: “Columnas de vehículos a motor se acercan desde el sudeste con los faros completamente encendidos.”
Dos poderosas patrullas partieron de inmediato. Jadeando, un mensajero tras otro regresaba: “El terreno cubierto de matorrales junto al ‘Hochstand 5’, en manos del enemigo.” “Tropas sobre esquís enemigas cerca de la aldea de Podborovka, al sudoeste de Vzvad, sobre la carretera a Staraya Russa. Están proporcionando cobertura a máquinas quitanieves que están siendo empleadas sobre la carretera.”
¿Qué significaba todo ello? Los soviéticos, discretamente y bien camuflados, habían perforado claramente el frente alemán, que resistía tan sólo intermitentemente en una serie de puntos fuertes. Se habían puesto en marcha sin preparación artillera.
¡Todos a sus puestos! La línea de teléfono al “Hochstand 5” permanecía aún intacta. Pröhl telefoneó al Teniente Richter: “Recoja sus cosas de inmediato y diríjase a Vzvad con sus hombres.”
“Lo intentaremos,” respondió Richter.
Una procesión continua de columnas soviéticas rebasaba los focos de Resistencia alemanes. Richter y sus doce hombres vistieron sus túnicas de nieve sobre sus uniformes. A continuación se infiltraron entre las columnas soviéticas. En el punto adecuado se separaron de nuevo y alcanzaron Vzvad sin ser molestados.
A las 03:00 horas los rusos atacaron el punto fuerte alemán. La conexión telefónica con la División se cortó abruptamente.
543 alemanes aislados en Vzvad.
El Capitán Pröhl sabía incluso sin recibir órdenes desde arriba que la posición de Vzvad debía ser mantenida como un “rompeolas.” Mientras tanto, la 6ª Compañía, el 1º Regimiento de Señales de la Luftwaffe, unidades del 38º Batallón Motociclista de la 18ª División de Infantería Motorizada y la 2ª Compañía de Defensa Local del 615º Batallón se habían metido en Vzvad para evitar ser arrolladas por los resultados. Como resultado, Pröhl contaba entonces con 543 hombres bajo su mando.
Estos 543 hombres defendían el aislado punto fuerte sobre el Lago Urnen, muy por delante de la principal línea de combate alemana, durante trece días una isla en pleno maremoto enemigo. Con furia, los rusos trataron de aplastar Vzvad, el punto fuerte que dominaba la carretera. Emplearon batallones de esquiadores. Usaron los “órganos de Stalin”. Lanzaron caza-bombarderos. Y finalmente atacaron con tanques. Pero Vzvad resistió.
Los soviéticos dispararon proyectiles incendiarios contra el pueblo para destruir los cuarteles de la tropa: cada proyectil tenía entre veinte y treinta dispositivos de fósforo. Las casas de madera ardieron como antorchas. El hospital y las enfermerías fueron consumidas por las llamas. Veintiocho heridos tuvieron que ser tendidos a la intemperie sobre colchones y mantas, detrás de las ruinas de los edificios, en la nieve. A 35 grados centígrados bajo cero.
El diario de operaciones y de las señales de radio enviadas a la 18ª División de Infantería Motorizada en Staraya Russa, bajo la cual quedó subordinado Pröhl después de perder el contacto con la 290ª División de Infantería, resulta profundamente conmovedor por su recuento de los hechos sobrio, sin adornos, e impone respeto a cualquier lector:
El diario del cerco.
12 de enero. Incesantes bombardeos de artillería enemiga. Un avión alemán ha arrojado munición. Pero en vez de proyectiles de alto explosivo el contenedor se encontraba repleto de proyectiles antiaéreos, que resultan inútiles. En otro contenedor se encuentra la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro para el Capitán Pröhl. Cinco Cruces de Hierro de Primera Clase y 20 Cruces de Hierro de Segunda Clase han sido concedidas, además, a través de una señal de radio desde la División.
Para las 16:40 horas las reservas de munición y vendas han descendido alarmantemente. Se ha enviado un mensaje urgente a la división solicitando suministros. Se ha añadido la petición de que estos deberían ser arrojados desde una altitud mayor; el día anterior los cuatro contenedores de municiones arrojados han explotado al golpear el terreno.
A las 19:00 horas Pröhl ha repetido urgentemente su petición de suministros de municiones y comida. Los caballos heridos han sido sacrificados, y como resultado se han conseguido raciones para un día. Pero no quedan patatas ni pan.
Para las 20:00 horas, cinco hombres han muerto y treinta y dos han resultado heridos.
14 de enero. El comandante del 140º Regimiento de Fusileros Soviético ha enviado un jinete con una bandera blanca. Ha exigido la rendición. Ha sido enviado de vuelta y los cañones antitanque y de infantería han enviado una salva contra Podborovka, donde se encuentran situados los cuarteles regimentales rusos.
Durante la noche han venido los rusos con tanques. Un T-26 ha logrado penetrar las líneas y se ha detenido ante el puesto de mando de Pröhl. Dentro, los hombres han aguardado con calma para ver si el ruso abre su torreta. No lo ha hecho. Han arrojado cargas explosivas contra el tanque. El estallido de las granadas no ha parecido preocupar a los rusos. El tanque se ha retirado al extremo sur del pueblo. Allí ha pasado justo por delante del cañón antitanque del Sargento Schlunz. Han sonado dos disparos. Los dos han sido impactos directos. El tanque ha estallado en un mar de llamas.
Un avión Fieseler Storch ha llegado con un oficial médico, el Doctor Günther, y suministros médicos. Un mensaje del Führer ha elogiado a los defensores y simultáneamente les ha informado de que resulta imposible acudir en su auxilio. Pröhl ha recibido la autorización de evacuar Vzvad si la guarnición se ve amenazada con la aniquilación. Esta carta blanca ha situado a Pröhl en una difícil disyuntiva: ¿se encuentran amenazados ya con la aniquilación, o todavía no? El punto fuerte ya ha sido rebasado por los soviéticos hasta una profundidad de 16 kilómetros. ¿Debería Pröhl evacuarlo? En ese momento de duda ha llegado un mensaje desde la 18ª División de Infantería: “Staraya Russa está resistiendo a pesar de estar cercada.”
Pröhl se dio cuenta de que estas fortalezas a modo de islas ralentizaban al enemigo y rompían el ímpetu de su avance. Vzvad resistiría también.
18 de enero, el undécimo día del cerco. El termómetro ha caído a 51 grados bajo cero. ¡Menos 51 grados centígrados! Durante la noche las patrullas salen al exterior y cogen las botas de fieltro de los cadáveres soviéticos situados ante las líneas. Recogen sus capas de piel y cortan los abrigos de piel de los cuerpos que se han congelado en posturas rígidas.
19 de enero. Ataque soviético a gran escala durante la noche. Penetraciones. Combate cuerpo a cuerpo a la luz titilante de las casas en llamas. Combates cruentos por la sauna y el almacén de la granja colectiva. Cuatro tanques puestos fuera de combate con granadas de mano en combates a corta distancia.
La lucha ha se ha prolongado durante ocho horas. Los soviéticos han sido rechazados.
El regreso a las líneas... ¿alemanas?
Las bajas alemanas ascendieron a diecisiete muertos y setenta y dos heridos. “Otro ataque así y estamos acabados,” informó el Teniente Baechle al Capitán Pröhl con voz queda durante la mañana siguiente, la mañana del 20 de enero. Pröhl asintió. Ya había tomado su decisión. “Esta noche es nuestra última oportunidad. Después de las pérdidas que han sufrido los rusos estarán reagrupándose. Es entonces cuando debemos actuar.”
Los oficiales, los líderes de pelotón y el comandante de la guardia civil local fueron convocados a una reunión. Se decidió que tratarían de abrirse camino a través del hielo del Lago Ilmen. El objetivo era Ushin sobre la costa occidental de la Bahía Tuleblskiy, lo cual suponía marchar 20 kilómetros sobre el hielo amontonado del lago y a través de campos de nieve que llegaba hasta el pecho.
Los muertos fueron enterrados junto a la “Casa Olga,” que había ardido hasta los cimientos y donde, como resultado, el terreno no estaba helado. Una fosa común fue abierta con explosivos y excavada en ese punto. Sesenta y dos hombres heridos, incapaces de marchar, fueron puestos sobre trineos y los últimos caballos sanos que quedaban atados a ellos. Caía la nieve. Se había levantado la neblina. Por otro lado, no hacía tanto frío como el día anterior – unos meros 30 grados bajo cero.
Al caer la noche partieron. Una patrulla con guías locales marchaba al frente, pisoteando un camino firme para el resto. Los hombres del 38º Batallón Motociclistas marchaban con la nieve a la altura de la cintura. El grupo en cabeza tenía que ser relevado cada media hora: eso era todo lo que incluso el hombre más fuerte podía soportar. Las unidades marchaban de manera separada, con intervalos de diez minutos entre sí, en perfecto orden. La guardia civil de Vzvad marchaba con ellos, con “El Consejero” Viktor Nikolayevich al frente. Ni uno solo de ellos se atrevía a quedar atrás. Les habría supuesto la muerte.
La última señal de radio enviada a la 18ª División de Infantería decía así: “Comenzando la penetración. Nuestra señal de identificación: bengalas en la secuencia verde-blanco-rojo.” El Teniente Richter, que había quedado detrás con dos pelotones a modo de retaguardia, continúo durante dos horas más disparando todo el fuego que le fue posible, simulando posiciones que se mantenían a plena potencia. A continuación, el Sargento Steves se puso en marcha con el pelotón de zapadores. El 3º Pelotón del Escuadrón de Reconocimiento quedó atrás durante otros treinta minutos, manteniendo el traqueteo de las ametralladoras. Después de eso, un arma tras otra guardó silencio. Una extraña quietud cayó sobre Vzvad, ahora completamente arrasada. El Sargento Willich fue el ultimo en pasar junto a la “Casa Olga” donde descansaban los muertos.
Fue una travesía terrible. En primer lugar se movieron sobre el hielo del Lovat hacia el norte, hasta alcanzar el faro, a continuación siguieron en dirección noroeste sobre el hielo del lago y finalmente sudoeste hacia la costa. La temperatura era de 40 grados negativos, y sobre el lago descendía hasta los 50. Los hombres eran como carámbanos de hielo móviles. Los caballos se tambaleaban. Algunos de ellos se derrumbaban. Un rápido golpe de gracia, y los hombres se ponían en marcha de nuevo.
Las agujas de sus brújulas se congelaron. Habían estado marchando durante seis horas. El Teniente Mundt se detuvo y dejó que su grupo le rebasara. “¿Todo bien?” preguntó al Teniente Voss según avanzaba su pelotón. “Todo en orden.”
Pero cuando el 2º pelotón se acercó, el Teniente Beisinghof no estaba el frente. Lo dirigía el Sargento Matzen. Beisinghof y el Doctor Wiebel, el Oficial Médico, se encontraban con un hombre que se había negado a seguir. Se había sentado en la nieve y quería descansar. “Sólo media hora hasta que llegue el siguiente grupo,” suplicó. Pero habría sido una muerte cierta. La arrastraron de los pies; discutieron con él; le dieron órdenes. El teniente y el oficial médico lo agarraron de ambos lados. Cien metros por detrás de su pelotón continuaban su incierto camino hacia delante.
Beisinghof se situó de nuevo al frente de su columna. Eso es lo que hicieron todos – el Capitán Pröhl, el Teniente Matthis, el Teniente Giile y el Doctor Günther, el Oficial Médico, con el cuerpo principal de la fuerza, y el Sargento Feuer con la vanguardia y el Teniente Richter con la retaguardia. Como perros pastoras se desplazaban adelante y atrás a lo largo de sus columnas, ocupándose de que ningún hombre quedara rezagado o que se abandonara desesperado sobre la nieve. Agotados ellos mismos, cubrieron la distancia recorrida por la columna hasta dos y tres veces.
Después de catorce horas de marcha lo han conseguido. A las 08:00 horas de hoy, 21 de enero, el Sargento Feuer ha avistado a hombres con cascos alemanes de acero envueltos hasta la punta de sus narices. Los ha llamado en voz alta, se ha lanzado sobre ellos y se ha agarrado al más cercano: “Kamerad, Kamerad!”
Se abrazan. ¿Pero qué demonios dice el hombre? Feuer entiende tan sólo las palabras “Santa María” y “Camarada.” Pero acierta a adivinar lo que significaba “Bienvenido.” El grupo de combate alemán se ha encontrado con una unidad de esquiadores voluntarios de la 250ª División Española, más conocida como División Azul, que opera al norte del Lago Ilmen y que el pasado 10 de enero envió a 206 esquiadores a través del Lago Ilmen para rescatar a la guarnición de Vzvad. Hoy, su misión ha sido coronada con el éxito y españoles y alemanes se han dado la mano en un feliz y afortunado encuentro.
Der Sieg wird unser sein!Nichts für uns, alles für Deutschland!