Las proyección de óperas en cines supone una nueva forma de difusión de títulos, temporadas y nuevos montajes que pueden despertar el interés de neófitos y fervorosos seguidores, siempre teniendo en cuenta la aplastante ley de la oferta y la demanda.La supuesta interacción que se da en un espectáculo en un teatro, donde se puede aplaudir, abuchear, vitorear, patalear o simplemente guardar un respetuoso silencio, en una sala de cine se limita a retorcerse en la butaca, afianzarse en ella, compartir una mirada de aprobación, o lo contrario, con tus cómplices acompañantes (si los hay) y el posterior comentario de lo acontecido. Esto último es un aliciente muy recomendable en ambos casos, ya que la indiferencia no conduce a nada bueno.En un teatro se tiene una perspectiva más global, menos detallista. En los cines, se percibe más el detalle, que puede favorecer, o todo lo contrario, la apreciación de lo que vemos.
En los cines, las voces y orquesta pueden sufrir una valoración distorsionada por las tomas de sonido que se realizan. Voces pequeñas parecen grandes y las grandes no alcanzan su verdadera dimensión, por cuestiones de equilibrio sonoro. Las intervenciones corales no adquieren el impacto requerido en estas proyecciones cinematográficas y el sonido orquestal no siempre alcanza el relieve necesario en detrimento de las voces que salen privilegiadas. Casi siempre se acaba dudando si este pequeño y cuestionable aspecto se debe a la toma de sonido en origen o al sistema de sonido de la sala en cuestión donde se proyecta.Este reflejo en las pantallas de los cantantes, donde triunfan los que vocal y físicamente han sido más agraciados por la madre naturaleza, puede inducir a los y sobre todo, a las que no lo han sido tanto en la parte física, a correr a la clínica de estética mas cercana para suplir estas carencias. Esta tiranía de la apariencia física ya ha sido impuesta en algunos casos por los responsables de las puestas en escena de algunos teatros. Determinados personajes de óperas son vocalmente creíbles en un teatro a pesar de una inadecuada edad del intérprete, circunstancia que en una sala de cine sería más cuestionable y dudosamente asumible.El cine y la ópera son dos muestras artísticas con lenguajes diferentes y aunque lo que vemos en la pantalla no es una versión cinematográfica de la ópera en cuestión, sino una filmación de la versión teatral, la influencia del cine en la opera empieza a ser notable y esto beneficia a lo que se ve en los teatros, no solo por la incursión del respaldo videográfico en los escenarios teatrales, sino por una concepción, en algunos casos, de propuestas que son muy sugerentes vistos en una pantalla. La experiencia de asistir a una representación en vivo de una ópera no tiene parangón con la asistencia a una proyección en salas de cine, por muy “en riguroso directo” y HD que sea, pero ofrece la impagable oportunidad de seguir, por imposibles desplazamientos, las propuestas que hacen los diferentes y más importantes centros de la actualidad operísticaLa ópera en cines esta afianzándose minoritariamente entre las ofertas de ocio y aunque no creo que llegue a crear un “Hollywood star system”, esta fomentando la creación de estrellas de la voz, lo que puede contribuir a llenar los teatros de ópera. Eso espero.