La opinión pública

Publicado el 08 marzo 2018 por Academiacruellas

La teoría de la opinión pública se debe a los fisiocratas ya que fue Mercier de la Rivière quien la utilizó por primera vez en 1767 para defender el absolutismo, cuando afirmó que, en este sistema político, no gobierna el rey, sino el pueblo, a través de la opinión pública. Necker, unos treinta años después, cuando hacía balance sobre la Revolución francesa, destacaba el hecho de la opinión pública cuando consideraba los factores que habían producido la revolución francesa. ¿Hasta qué punto la Historia está hecha por héroes o en qué medida éstos son el resultado y la expresión de un clima vigente entre el pueblo? Es dificil contestar esta cuestión, pero lo más sensato es aceptar la solución ecléctica que ve la opinión como atmosfera y condición donde germinan y prosperan los actos e ideas de las diferentes personalidades. Y, al mismo tiempo, admitir que la opinión puede ser el resultado de la presión de las grandes individualidades o de las minorias selectas.

Maquiavelo ya piensa que el príncipe debe de tener el favor popular yaque ni el más fuerte puede gobernar en contra del favor popular durante mucho tiempo. Además cree que gobernar implica tener buenas habilidades para relacionarse con el pueblo. Por eso nos dice:”Quien llega a ser príncipe por la voluntad del pueblo, debe conservar su amistad, cosa fácil, puesto que el pueblo sólo pide no ser oprimido; pero quien contra los deseos del pueblo y sólo por el apoyo de los nobles se hace príncipe, debe empezar ganándose el afecto del pueblo, lo cual tampoco ha de serle difícil desde el momento que esté en situación de protegerlo. Como los hombres cuando reciben bienes de quienes esperaban males son más agradecidos al que los dispensa, el pueblo es más adicto al príncipe que lo trata bien que si él mismo lo hubiera puesto en el principado. Puede el príncipe ganarse la voluntad del pueblo de diversos modos, que varían según las circunstancias, y a causa de ello no cabe dar reglas fijas”.

Todo elloo son los orígenes de la opinión pública, que es consecuencia del proceso de secularización del mundo político que relativiza el Estado al pueblo e identifica el poder del Estado con la voluntad del pueblo. Para ello, se desvincula la política de sus conexiones trascendentes.

En España, en el siglo XVII, cuando los asuntos políticos pasan a ser ya temas de conversación corriente de todo tipo de gente y objeto de consideración de los escritores, es quizá el síntoma más característica que experimenta el mundo político. Antonio Pérez, el secretario de Felipe II, ya nos señala que cualquier súbdito, en la plaza o en el mercado, podría tener sus ideas sobre el Gobierno y los gobernantes. A pesar de ello, los autores españoles siguen manteniendo una desconfianza frente al pueblo y hace que traten de inmunizar al príncipe contra “las opiniones vulgares, y hacerle constante contra las murmuraciones vanasa del pueblo”. Años después, Baltasar Gracián recarga todavía esta desconfianza hacia el pueblo cuando habla del vulgo y su opinión. La Crisis V de la segunda parte del Criticón es una descripción de la plaza del pueblo, en que un conjunto de necios discute de las cosas más arduas y ajenas a su estado y condición, de un modo que criticaría Larra dos siglos después respecto a los cafés de Madrid.

La primacía del saber hace que para Gracián “vulgar” equivalga a “necio”, prescindiendo de otros rangos sociales.

El planteamiento moderno de la opinión pública viene marcado por la extensión de los medios de comunicación y por el debilitamiento de las barreras que los dificultaban. Momento especialmente importante hacia la opinión pública como factor político fue la aparición de la imprenta, como medio material de difundir información a un número siempre mayor de hombres: la Reforma, con su espíritu de libre examen, y la traducción de la Biblia a los diferentes idiomas, que abre el camino para los demás libros; el racionalismo de la Ilustración, con su secularización extrema del pensamiento y el excepcional valor concedido a la razón humana; y por último, la Revolución francesa que declara fundamentos de la vida social las libertades de imprenta y de expresión de pensamiento. Todo ello produce una serie de condiciones positivas y negativas que, cuando se den los supuesto materiales adecuados producirán la aparición de la opinión pública.

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