Así que nos cansamos, y vagamos por la vida con un cuchillo en el pecho. Ponemos un montón de ropa encima para taparlo, disimulándolo con sonrisas y charlas banales, pareciera que ya no está.
¿Solucionado? No, ni aprendimos a vivir con el dolor ni lo superamos, dejamos de ser conscientes de él. Lamentablemente aunque lo anestesiemos, este puede hacer estragos silenciosamente sin que nadie se percate de ello, ni siquiera nosotros.
Se requiere mucho más que una mano para sacar incesablemente un cuchillo y luego superar el dolor y la angustia. Y uno de esos días en los que un suceso insignificante nos hizo estallar, advertimos que el cuchillo del que nos habíamos olvidado causó una grave infección. El dolor volvió y peor que nunca, ahora no podemos disfrazarlo de sonrisas.
¿Cómo seguir a partir de allí? No lo sé, aún no sé como superar el dolor. Pero una propuesta sería entablar una seria conversación con nuestro dolor y preguntarle por qué nos atormenta. Hacernos amigos, y tal vez de a poco darnos cuenta que hubo un sentido para que esté ahí. Y al comprender ese sentido, mi nuevo amigo me permita trascenderlo y convertirlo en dicha.
Nuestras vidas no serían mas dichosas sin dolor, porque de alguna manera nos obliga a aprender, ser valientes y más sabios (si aprovechamos la oportunidad).
Por Camila Ubierna para Puerto Managers