Roberto Hernández Montoya
Como la oposición. Andan al acecho de chavistas en centros comerciales, en un viaje, en un buen restaurante, consumiendo un producto «de marca», con un iPad, tomando güisqui, usando Internet o un teléfono inteligente. Signos inequívocos de corrupción. Es cómico.
Porque esos no son signos de corrupción, por supuesto, lo que no significa que no hay corrupción. Lo peor que tiene la descomposición moral dentro del socialismo es que regocija a la oposición más depravada: «¡Ajá! ¡Te cacé! ¿Ves cómo tú también te dejas tentar?». La reafirma en la convicción de que el envilecimiento es ineludible. Y justifica burlarse de la enfermedad, de la muerte, publicar fotos infames y regocijarse por ellas, etc.
O votar por un candidato ladrón, ignorante y bruto, por ejemplo (ya sabes quién, o sea, cualquiera). Envidiable programa de vida para mucha gente. ¡Porque no votan por él a pesar de eso sino precisamente porque es así! Es el ideal de vida que les enseñan los medios. Y se dejan.
Es el ciclo ideológico que signa a la oposición de arriba abajo, desde la MUD hasta quien vota hasta por un burro «con tal de salir de Chávez». El ciclo no opera solamente encerrado en sí mismo, sino con el aval de quienes atropellan en camionetotas negras «causando mala impresión». Lo decía Cabrujas de Lusinchi.
Cada vez que alguien de oposición, de cualquier nivel, ve una de esas camionetotas, un desdén de alguien que presume de socialista, un abuso cualquiera, sella el ciclo ideológico de Lorenzo Barquero.
Hay tristes que pasan su única vida dando explicaciones por haber sido de izquierda en su juventud, cuando hicieron lo único valioso que cumplieron, pero de ese bochorno te hablo otro día.
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