En fenómeno es nuevo y nunca se había producido en España desde que murió Franco. Anteriormente, cuando los ciudadanos rechazaban a un partido de derecha, entonces votaban a la izquierda y viceversa, pero ahora el rechazo de los españoles a Zapatero es demasiado profundo para que pueda borrarse en muchos años, a pesar de que la confianza en Rajoy se está diluyendo como un azucarillo.
El resultado es la orfandad política, un fenómeno que rechaza a cualquier partido político con opción de gobernar y a toda la clase política en general, producto del desencanto y del fracaso de los político profesionales, sean de derecha o de izquierda, en la gestión del Estado.
El sistema democrático carece de defensas y de recetas para afrontar esa desconfianza ciudadana en la oferta política. Los ciudadanos, a pesar de que rechazan al PP y al PSOE, tendrán que acudir a las urnas, cuando lleguen las elecciones, con esos dos mastodontes ocupando la escena y sin dejar sitio a otras formaciones más decentes que pudieran generar ilusión y esperanza en el decepcionado electorado.
Pero lo grave es el presente de terrible orfandad de una ciudadanía que ha comprobado que tanto el actual gobierno de derecha como la oposición de izquierda están dominados por ineptos que carecen de lucidez y liderazgo para solucionar los graves problemas de España, en su mayoría creados por la misma clase política: corrupción, despilfarro, endeudamiento, tamaño desmesurado del Estado, arrogancia, abuso de poder, arbitrariedad, impuestos insoportables, desconfianza en los dirigentes y un profundo miedo al futuro.
El sentimiento de rechazo masivo a la clase política, cada día más intenso en España, dificulta enormemente la salida de la crisis y se convierte en un problema para el país, ya que sin confianza en el liderazgo y sin ilusión política, la sociedad es incapaz de entregar el esfuerzo suplementario que demanda la terrible situación de la economía.
¿Cual es la causa real de la horfandad política en España? Sin duda es el fracaso de la clase política, un drama que, unido a la perversión del sistema, que ha perdido sus rasgos democráticos, y al poder desmesurado de los partidos políticos, ha convertido el sistema político español en un auténtico basurero.
Destaca en el panorama la vertiginosa caída de la confianza en Mariano Rajoy, en apenas cuatro meses de gobierno, todo un record mundial. Rajoy y el PP lo tenían todo porque el pueblo los elevó hasta el poder, dotándolo de una amplia mayoría absoluta, como antídoto al drama de Zapatero, pero en apenas unos meses, el triste Mariano ha demostrado ser un discípulo aventajado del nefasto Zapatero, casi tan inepto, injusto y mentiroso como el denostado socialista. Rajoy ha incumplido casi todas sus promesas electorales, lo que, en términos estrictamente democráticos, convierte a su gobierno en ilegítimo, ya que su ascenso al poder se ha basado en la mentira y el engaño. Pero su principal "pecado" ni siquiera es su incumplimiento de las promesas electorales, sino su incapacidad para combatir los grandes dramas de España, sobre todo la corrupción política, los injustos e inmerecidos privilegios de la clase política y el insoportable e incosteable tamaño del Estado, donde todavía hay casi medio millón de enchufados políticos agarrados a la teta pública, arruinando al país, sin otro "mérito" que ser familiares o amigos del poder y sin aportar absolutamente nada al bien común.