La originalidad penaliza en filosofía. Si una obra es considerada revolucionaria después de que muchos pensadores se hayan ocupado durante siglos de las mismas cuestiones, esta discrepancia esencial suele ser prueba de esterilidad. Cuanto más innovadora es la filosofía, más sectarios son sus adeptos y más limitada es su influencia.
Tomemos el ejemplo de Spinoza. Ejerció un considerable influjo sobre Leibniz, quien fue también su mayor detractor. Es convertido en héroe por materialistas y nihilistas siglos más tarde, pero ni hace escuela ni contribuye al desarrollo de tradiciones filosóficas preexistentes.
Favorecer a los filósofos que van a contracorriente radica en un prejuicio hegeliano que concibe que la historia sólo puede avanzar y superarse mediante antítesis.