Seguir los preceptos de un sistema social cerrado y oxidado por el conservadurismo sirve para aquellos que tienden a mantener su seguridad y estatus social como base de una engañosa felicidad que sólo se sostiene en la apariencia y la opulencia social. El camino de la felicidad se reduce entonces a luchar por conservar esos privilegios sociales sin importarles si eso conlleva perjuicios para las necesidades básicas sociales de los demás. La conservación de esos privilegios se convierten para ellos en derechos irrefutables que provienen porque sí, incluso, muchos aluden a dios como sus valedores. Desechan cualquier argumento de pobreza. Todo va bien para ellos. Y quieren conservar esos preceptos con reglas morales salidas de la antigüedad. Tienen miedo a que cualquier alejamiento de la ortodoxia social les haga comprender que un hombre es un hombre, una mujer es una mujer y una persona es una persona. Algunos perros se comportan muchas veces con más dignidad moral y ética que algunos que llevan la lucha del conservadurismo hacia el extremo de tratar como animales a las personas que no han tenido tanta suerte que ellos en el ámbito social. Todos cometemos errores, pero ellos tienen "derecho de pernada" para los demás y no para sus hijas. La ortodoxia no es un pecado, es connatural al hombre, de igual manera que ser aventurero y rebelde. Es cuestión de elección y comodidad cerebral. En realidad casi todo se reduce a esto, porque más cómodo es mantener y pensar que todo lo conseguido en la vida es por méritos propios y no por puta suerte. Hay de todo, mérito y suerte, en la vida, pero ambas van ligadas irremediablemente.