Le despertó el agudo estruendo del timbre. Apenas podía vislumbrar la hora en el reloj que había sobre la mesita pero eso daba igual. Fuera cual fuera la hora, era demasiado temprano para él, ya que no tenía que trabajar.Se levantó un tanto desorientado de la cama, se puso la bata y fue hacia la puerta. Antes de abrir, comprobó quién era a través de la mirilla de la puerta. Apoyó, decepcionado, la cabeza sobre la puerta y tras resoplar la abrió.
-Buenos días, Gabriel –dijo el inspector. Llevaba unos churros en una bolsa de papel-. ¿Puedo pasar?
Gabriel no dijo nada. Se apartó abriendo más la puerta y con un ademán le invitó a pasar. El inspector entró sin más, con gesto serio y sin pronunciarse, bajo la atenta mirada de Gabriel.Dejó la bolsa con los churros sobre la mesa, se quitó el abrigo y se sentó en uno de los sillones. Gabriel preparó enseguida chocolate para los churros, le sirvió un poco en una taza al inspector y se sentó en el otro sillón a desayunar junto a él.Durante algunos minutos, mientras desayunaban, permanecieron en silencio.
-Quería disculparme por lo que pasó el otro día –dijo el inspector-. Por todo.-¿Por todo? ¿También por ponerme vigilancia?-Vamos, no empecemos. He venido aquí para zanjar todo esto, no para…-No puedes plantarte aquí con unos churros bajo el brazo y esperar que se me pase el cabreo –le reprochó Gabriel tajantemente-. Nicolás, me habías puesto vigilancia. Has dudado de mí a pesar de todo lo que te he dicho. Incluso después de la agresión sigues dudando de mí.-Comprendo tu enfado y sólo quiero que sepas que ahora voy a recompensarte, quiero ayudarte.-¿Acaso crees que necesito ayuda?-¿Tú crees que no la necesitas? –contestó el inspector. Gabriel se quedó sin palabras. Boquiabierto. Parecía algo aturdido-. El día de la agresión, ninguno de mis hombres te siguió hasta prácticamente el anochecer.-Entonces, ¿quién demonios era el hombre que me había estado siguiendo toda esa mañana y que estuvo al medio día frente a la puerta de mi bloque?-No lo sé, eso trato de averiguar.
Gabriel, preocupado, se echó hacia el respaldo de su sillón. El inspector no le quitó el ojo de encima mientras se limpiaba las manos con una servilleta.
-¿Crees que pudo ser el tipo que intentó agredirte? –preguntó el inspector.-La verdad es que no lo sé.-¿Has tenido algún problema recientemente con alguien, Gabriel?-No. No recuerdo haber…Un momento… -guardó silencio durante un instante mientras ahondaba en lo profundo de sus pensamientos-. Desde hace algún tiempo recibo llamadas anónimas de un tipo amenazándome. ¿Puede tratarse de la misma persona?-No lo sé. ¿Qué es lo que te dice? -Ya sabes, las típicas amenazas. Como me amenazan cada dos por tres… -dijo bromeando-. Pues no sé. Me dice que no haga o diga cosas de las que pueda arrepentirme, que pronto seré yo el que salga en la prensa…, cosas así –se explicó Gabriel.-¿Cómo has tardado tanto en decirme algo así?-Al principio no le di importancia pero…, las amenazas no cesaban y temí que me pudiera hacer daño. Tenía miedo. -¿Tienes algo más que decirme? Algún detalle, algo característico de esa persona que te llama… –dijo el inspector sacando una libretilla del bolsillo de su abrigo.-Sí. Tiene una voz peculiarmente grave y habla muy lentamente. -¿Sabrías decirme, más o menos, cuando empezaron las amenazas?-No sé decirte…, creo recordar que empezaron tras publicar el artículo sobre la muerte del señor Gutiérrez en el periódico. No estoy seguro…
El inspector no pudo disimular la sorpresa en su rostro. Todas las piezas de aquel complejo puzle iban encajando a la perfección. Le apaciguó, a la vez que le alegró, el hecho de que Gabriel no fuera el autor de aquellos crímenes sino una víctima más.
-No sé si debería decirte esto…-¿El qué? -preguntó inmediatamente Gabriel.-Por tu bien, y esta vez te lo digo totalmente en serio porque tu vida puede estar en peligro, no la cagues y no publiques nada de esto en ese periodicucho –Gabriel prometió queno utilizaría la información, esta vez no-. ¿Recuerdas porqué reabrí el caso del señor Gutiérrez? –continuó tras una pausa.-Fue por una llamada anónima o algo así, ¿no? –contestó Gabriel tras meditarlo.-Exacto. Pues la misma noche que tuvo lugar el crimen del puerto, nos volvió a llamar la misma persona alertándonos de lo que iba a ocurrir. Nos dio una completa descripción tuya. Incluso tu nombre. En un principio pensé que era una broma y no movilicé a mis hombres. Al cabo de unas horas, nos llamaron del puerto denunciando el crimen.-Y creíste que era yo, ¿verdad? –dijo Gabriel un poco alterado.-Deja que me explique –le pidió el inspector; continuó hablando-: La descripción que dio el anónimo de la persona a la que vio agredir al señor Gutiérrez, era muy similar a la tuya. Por eso comencé a sospechar de ti.-Y ahora, ¿qué sospechas? –preguntó Gabriel preocupado.-¿Acaso no lo ves? –dijo el inspector inclinándose hacia delante-. El hombre que ha llamado a la comisaría inculpándote y el que te hace llamadas anónimas es el mismo.-¿Y cómo lo sabes? No puedes afirmar algo así sin tener pruebas –espetó inmediatamente Gabriel.-Lo sé por la voz. La voz, en ambos casos, es la misma voz grave.-Ya, pero hay muchísimas personas con la voz así. Sería…-El agente que te siguió la noche que trataron de agredirte en el Cerro me dijo que aquel tipo tenía la voz grave y que era muy similar a la del anónimo que llamó inculpándote –zanjó el inspector-. ¿No lo ves, Gabriel? Ese tipo te quiere quitar de en medio, sea de la forma que sea.
Gabriel se quedó petrificado. No pudo evitar sonreír levemente. No sólo estaban saliendo sus planes según lo previsto sino que además, no tendría que convencer al inspector de nada, pues él mismo trataba de convencerle para que creyera en su hipótesis.
-¿Y ahora qué? –Preguntó Gabriel-. No puedo vivir así. Con miedo a que cualquier día me asalte el loco ese y me haga algo. -Está claro que has estado cerca de descubrirle y eso le ha cabreado. Seguro que te vio en el puerto, cerca del barco de Carlos Díez, la noche del crimen y por eso llamó. Además, están tus publicaciones de anteriores casos en el periódico. Ha sabido jugar sus cartas.-¿Y qué vas a hacer para coger a alguien que no tiene rostro? Es algo imposible, ese tío no deja pruebas.-Es algo complicado pero no imposible.-¿Acaso tienes algún plan? –preguntó Gabriel inclinándose hacia delante.-Ese tipo sabe mucho sobre ti. Te ha estado siguiendo, sabe por dónde te mueves y cuándo es el momento para atacarte sin ser visto. Parece ser que lo tiene todo bajo control.-Lo pintas fácil de cojones, Nicolás.
El inspector sonrió. Tenía claro el plan y tenía aun más claro que no le diría nada a Gabriel acerca de ese plan. Sabía que si éste fallaba todo se iría al garete y no estaba dispuesto a que hubiese más muertes en su ciudad por un descuido.
-Debes seguir tu vida…-¡¿Cómo?! –Le interrumpió Gabriel-. Un asesino chiflado anda tras de mí, ¿y pretendes que siga con mi vida? ¿No vas a hacer nada?-Calma, calma. No es eso. Pero ese tipo sólo volverá a atacarte cuando esté completamente seguro de que te podrá quitar de en medio, ¿entiendes?-Por lo tanto…-Por lo tanto, tú sigue con tu vida normal y el resto déjamelo a mí. No dejaré que te ocurra nada, ¿de acuerdo?-De acuerdo. Confío en ti –dijo tras meditar un poco-. Gracias, Nicolás.
Al terminar la conversación, el inspector se despidió de Gabriel, que parecía algo más calmado, y se fue. Nada más salir a la calle, llamó a uno de sus hombres.
-Todo ha salido según esperaba. Activad el plan B.
Continuará…
Obra original de Jesús Muga
5-Febrero-2012