Mina a cielo abierto en Madre de Dios
La madre naturaleza ha sido muy bondadosa con Perú, y le ha obsequiado un valioso tesoro como es su exuberante selva amazónica, y en las entrañas de su suelo la presencia del codiciado mineral dorado, que ha dado paso a la presencia de numerosas minas y lavaderos de oro en el país.
Con el paso de los años varias empresas tanto nacionales como internacionales se han hecho eco de la riqueza que se puede extraer del Perú, y se han instalado en sus provincias. En el proceso los métodos han ido evolucionando y cuentan con la Escuela de Minas, cuyo objetivo es formar a profesionales competentes, capaces de ofrecer un mejor funcionamiento para garantizar la consecución óptima de los objetivos de las empresas mineras.
Pero existe otra cara de la moneda en esta historia, al margen de las grandes mineras y de su millonario equipamiento y potencial, nos encontramos con la extracción ilegal del mineral en zonas apartadas de la Selva amazónica, donde se dificulta la vigilancia por parte de entes gubernamentales en asuntos económicos y medioambientales. Esta actividad ilícita ha podido surgir por diferentes motivos: como la falta de empleo en las zonas rurales, el alza en el precio del oro, y el no tener que pagar impuestos y de esta forma obtener mayores ganancias. Pero de una forma descontrolada ya que los cabecillas de esta extracciones ilegales muy poco o nada tienen en cuenta la conservación del medio ambiente, ya que provocan más erosión (de la que ya de por si se genera con la extracción de minerales aun utilizando buenos métodos), sumado al factor del mercurio y el cianuro vertidos a fuentes acuíferas de manera incorrecta, aumentando el porcentaje de contaminación de los ríos.
Detrás de todo este escenario, no solo se tejen problemas de tipo ambientales sino sociales. Según los estudios realizados por entidades peruanas al respecto, el negocio de la extracción ilegal, acarrea problemas como prostitución infantil, (solo en la zona llamada Madre de Dios, se estima que alrededor de más de 300 menores ejercen la prostitución en los bares que se encuentran cerca de las minas ilegales), mientras que otros son explotados laboralmente, realizando trabajos a temprana edad no remunerados. El contrabando y el tráfico de armas ilegales, son otros de los aleros de la ilegalidad.
Ya no solo se trata del Oro. En esta encrucijada de situaciones, el afán de unos pocos por enriquecerse de forma fácil, desencadenan problemas más delicados a su paso, que quizás son más difíciles de erradicar que la minería ilegal misma.
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Por: Lizette Paternina