La Pájara (I). Por qué nos entra.

Por Rafael @merkabici

Pocas palabras definen mejor que pájara el maridaje entre “reventar” y ciclismo. Pájara es un término permanentemente asociado al ciclismo, y si acaso al atletismo, aunque ni punto de comparación. La pájara es inherente a las dos ruedas y en muchas de las etapas históricas ésta apareció en beneficio (o detrimento) de grandes ciclistas.

Son muy pocos, quizá ninguno, los ciclistas profesionales y aficionados que se han librado de una pájara. Pájara es además un término muy castizo: nada en inglés se la asemeja. Fainting fit, collapse… No es lo mismo.

La pájara es novia del ciclismo porque este deporte –a la postre, el más bonito del mundo- es una disciplina que reúne todas las condiciones: una larga duración (hay carreras de cinco o seis horas), un elevado gasto energético, una mala prevención alimenticia y un mal avituallamiento durante la competición. La inexperiencia, los nervios y los ataques a destiempo, la errónea planificación del terreno que sobre el que se va a rodar, la escasa preparación, el estado de forma perdido… La pájara se casa con todos. Apréndanlo.

Académicamente, la pájara se define como la situación física puntual del deportista, en la que se ve envuelto durante el transcurso de la competición o entrenamiento, en un pronunciado descenso de sus capacidades físicas y psíquicas propiciado por el esfuerzo continuado y por una deficitaria hidratación y/o alimentación. Esto es la pájara.

El ciclista inmerso en una pájara, además de verse limitado en su condición física y ver cómo no puede seguir a sus compañeros y rivales, siente a su vez, un desfallecimiento psicológico y emocional. El diccionario ciclista asegura que al entrar en barrena el ciclista y contraer la pájara, éste “ciertamente se sume en una sensación de soledad absoluta, apatía, desgana, pasividad”. El Cerebro necesita energía, y si no la obtiene, provoca mareos, desorientación, vértigos…

La pájara se produce por una mala gestión por parte del ciclista al descuidar tanto la preparación como el desenlace de su prueba: vale tanto la hidratación como la alimentación.

El organismo almacena el glucógeno en el sistema muscular y en el hígado. Estas reservas energéticas han de reponerse conforme se van extinguiendo por el esfuerzo. De no ser así, un gasto energético sostenido y una falta de ingesta energética adecuada ocasionarán, tarde o temprano, un brutal desfallecimiento. La pájara es fácil de evitar, y muy difícil de reconducir, así que cuidado. En el siguiente capítulo, veremos qué hay que hacer para canalizar la pájara a buen puerto. No se rinda.