TROCAL | Zaragoza, 1911
Y es por eso por lo que queremos que el hombre sea libre y que goce la libertad en la verdadera acepción de la palabra, no teniendo ésta otro limite en su desenvolvimiento, que el que le trace su propia razón. Porque siendo el hombre un ser inteligente, su propia conservación le determinará la práctica de todo lo que le sea agradable y se abstendrá de toda acto que pueda serle dañosa, o lo que es lo mismo que tienda a destruirle.
A esto arguyen los interesados en que perdure el actual estado de cosas, y los que tienen el cerebro atiborrado de prejuicios sofísticos, que el hombre, sin leyes que le contengan, se entregará al desenfreno de sus pasiones, retrocediendo a la barbarie. Ignorando los que tal dicen, que si hoy es de necesidad la ley para legalizar las rapiñas de las clases parasitarias,
al mismo tiempo que para contener las ansias de los desheredados, de los hambrientos, en la sociedad libre, en nuestra hermosa Acracia, será totalmente inútil, puesto que desapareciendo las causas, dejarán de producirse los efectos. Además, a poco que investiguemos, a poco que escudriñemos en el pasado, se observa que cuando mayor ha sido el rigor de las leyes, mayor ha sido el contingente criminal; lo que demuestra que la ley es inútil para prever, demostrando en cambio lo contraproducente de su acción represiva, puesto que ha contribuido a agrandar el mal.
Como se ve, la labor de los anarquistas tiende a destruir todo lo que se opone que la humanidad se dé el abrazo fraternal, que ha de ser la iniciación de la nueva era de justicia y bienestar social, preconizado por todos los hombres de ideas generosas, donde no haya quien —amparándose en leyes opresoras— usurpe el fruto de nuestro trabajo; donde no haya charlatanes y embusteros, que invocando el nombre de Dios, castren nuestras inteligencias en la infancia, para mejor someternos a toda clase de yugos; donde el hombre no tenga que empuñar el arma homicida para destruirse entre sí por servir el ansia y la ambición de glorias guerreras, que los patriotas e ignorantes leen y comentan con fruición alegría, y donde todos por igual participemos de los dones que la pródiga naturaleza concede al hombre mediante su esfuerzo racional.
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(1) Del griego.
TROCAL | ANARQUÍA | Zaragoza, 9 de marzo de 1911