Qué gran tesoro es la palabra, esa capacidad real de transmitir al otro nuestras inquietudes, nuestras fantasías o simplemente las necesidades más nimias.
Platicar, así lo llaman en tierras de Centro América, es una fuente de autoconocimiento y de confrontación de pareceres que enriquece a ambos contendientes al poderse combinar los roles de emisor y receptor en un feedback continuo y automático.
La palabra como fuente indispensable de comprensión, desde el respeto y la aceptación de pensamientos muy diversos.
Hablar, conversar, expresar, teatralizar nuestras ideas, nuestras emociones más viscerales e incluso nuestros ridículos secretos. Vomitarlo todo, impidiendo que se nos ulcere por dentro, es un ejercicio que no estamos acostumbrados a realizar.
Hablar, establecer una conversación, tendría que ser motivo de proximidad y de entendimiento, siempre y cuando se haga desde la sinceridad; sin censura ni predisposición a prejuzgar ni ser prejuzgado. Platicar, debatir, es ante todo un acto de aceptación de las reglas básicas de la convivencia entre iguales.Mostrarnos como somos es una muestra de valentía que requiere de entrenamiento y predisposición a la humildad. Es un arma terriblemente eficaz, con la que aprendemos a redescubrirnos al ser capaces de vernos reflejados en la imagen que transferimos al otro… el paciente receptor de nuestros anhelos.Conversar, reír, hablar y sobre todo deleitarnos al escuchar las palabras imborrables del abuelo; la calurosa zalamería de la madre eterna; las desventuras del amigo leal o la impronta de tu único amor, de tu compañera de alma… trasforma el milagro de la vida en un acontecimiento más soportable, más autentica y veraz.La palabra nació de la necesidad de comunicarnos y por el intento de comprender a nuestro vecino de al lado. Nació como una fuente de unión y de pertenencia a un clan. Permitió la socialización de la sabiduría… y por momentos, nos encaminó hacia un mundo más rico y abierto, donde la diversidad enriquecía al conjunto. El mestizaje del verbo multicolor, será la única manera de no precipitarnos al holocausto del silencio; de la sordera permanente de los que no quieren oír, ni entender, las necesidades de una parte de los contertulios, que de tanto gritar, se han quedado afónicos, casi mudos y rendidos a la voz ronca del tenor obeso e insaciable de la razón única… donde la mesura y empatía en su tono de voz, no tiene cabida.
Sí, se lo que piensan y lo entiendo; entiendo a los descreídos y pragmáticos individuos del mundo real e inmisericorde que nos contempla. Intuyo como, por medio de la palabra de su pensamiento, me tachan de necio, pichafloja o lunático imbécil que no sabe que cojones está diciendo. Y tristemente tienen razón…Y la tienen porque esa misma palabra, en manos de individuos sin escrúpulos, se convierte en engaño, manipulación y sumisión del receptor cándido y desprotegido. Se aprovechan, utilizan y pervierten el noble arte de la comunicación y la transforman en magia negra; en verborrea envuelta en hechizos, donde la verdad no importa; ni el respeto, ni mucho menos la razón. Son prestidigitadores que han raptado la capacidad de entendimiento para beneficio propio… un diálogo que no espera respuesta, solo busca sometimiento y humillación.Oír, ver y callar... eso nos han enseñado desde niños :-(Oscar Ara