La palabra del mudo.
Seix Barral. Barcelona, 2010.
Bajo el título La palabra del mudo, Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), uno de los maestros hispanoamericanos del género, fue reuniendo desde 1973 su narrativa breve en sucesivos volúmenes.
Casi un centenar de cuentos integran esta edición definitiva en Seix Barral, que incorpora un relato inédito (Surf) que Ribeyro terminó el 26 de julio de 1994, poco antes de morir. De ese mismo año funesto son las reflexiones sobre el género del cuento que sirven como prólogo de un volumen en el que el peruano da voz al mudo, al marginado, al olvidado.
Y es que a través de la mayoría de sus cuentos se expresan los que en sus vidas están privados de la palabra: Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias.
Heredero de Kafka y discípulo de Borges, Ribeyro creó uno de los mundos literarios más personales e interesantes de la narrativa hispanoamericana contemporánea. Sus relatos urbanos proyectan un inesperado destello de fantasía y de irrealidad sobre lo cotidiano y configuran un universo narrativo poblado por personajes que se mueven por los barrios populares de Lima entre el desconcierto y el asombro. Como sus personajes, Ribeyro se siente parte de ese mundo acallado y por eso sus relatos combinan lo autobiográfico y la mirada crítica o escéptica, el recuerdo de la infancia con la denuncia de la miseria.
Son relatos apoyados en una sólida técnica y en una reflexión constante que se plantea los límites y las características técnicas de un género más mostrativo que didáctico. De esa reflexión surgió el decálogo que abre el volumen con una reivindicación del interés por la historia y del papel del lector en afirmaciones como estas:
El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.
La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada, real.
Entretener, conmover, intrigar o sorprender son algunos de los objetivos que Ribeyro propuso en el decálogo. Y estos cuentos, a menudo abiertos y siempre brillantes, son su demostración eficiente. Desde Los gallinazos sin plumas, que escribió en 1954, hasta el inédito Surf, pasando por el maduro Sólo para fumadores, La palabra del mudo refleja más decuarenta años de dedicación insistente y brillante a la narrativa breve.
Y de una creciente pericia marcada por una evolución que pasa por dos momentos, por dos modalidades sucesivas: la modalidad inventiva que domina en sus primeros libros y la modalidad evocativa que se va imponiendo a partir de los años ochenta en sus relatos.
No leer a Ribeyro, y especialmente su narrativa breve, es desconocer gran parte de la riqueza de la literatura hispanoamericana, que sin él sería mucho más plana, mucho más pobre, mucho más muda.
Santos Domínguez