A veces es difícil definir los lugares sin caer en el tópico, además de que puede dar lugar a confusiones. Pero es también la mejor forma de hacer imaginar un lugar a otros; y esa es la razón, en parte, por la que escribo. La Palma, isla canaria de paisaje abrupto, playas de arena negra y una magia especial, ya ha sido rebautizada anteriormente como “la isla bonita”, acertada descripción, pero yo he encontrado otra fórmula, que hago mía: La Palma es un verdadero paraíso… y podemos disfrutarla en España.
No es una elección arbitraria. En su definición original, paraíso alude al Jardín de las Delicias ideado en la Biblia; un lugar verde, de exuberante naturaleza, aguas limpias y asociado a la sensación de paz y tranquilidad. La viva imagen de la isla de La Palma –¡pero en esta ocasión hecho realidad!-, donde además de todos esos elementos, se suman otros como condiciones climatológicas y naturales que le dan un embrujo añadido, un turismo muy poco masificado y mejor integrado en el paisaje que otros ejemplos del territorio nacional y una constante sensación de sosiego. La Palma es playa y montaña; fuertes curvas, vistas de impresión; sol y nubes; es silencio. Es volcanes y paisajes. Es vida.
Retomando la asociación entre La Palma y paraíso, no todo acaba ahí. Como segunda acepción, el edén es también el cielo en sentido figurado. Cielo, que en sentido más real es uno de los baluartes de la isla de La Palma, no solo porque es protegido y considerado un valor de primer orden, sino porque en este destino se encuentra el Observatorio Astrofísico del Roque de Los Muchachos, uno de los tres espacios telescópicos más importantes del mundo. Y, claro está, porque el cielo es una maravilla donde se puede hacer observación de estrellas y sentirse más reconciliado con todos esos astros que a tantos años luz nos rodean. O ver una estrella fugaz más cerca de lo que nunca antes la habías visto y pensar que es un asteroide que chocaba contra la tierra
Tras definir los elementos de este paraíso terrenal que es La Palma, pasaré a concretar un poco más los diferentes lugares de la isla que nos permiten disfrutar de estas características, que he concretado en tres: paisajes, agua y silencio.
Paisajes en La Palma
Hablar de La Palma es hablar de paisajes porque a cada paso tenemos una vista preciosa de la naturaleza. El asfalto tiene poca cabida en esta tierra. El verdadero alma en este sentido de la isla es la Caldera de Taburiente, uno de los primeros parques nacionales en ser regulados en España y un espacio tan amplio que se puede contemplar desde diferentes puntos de vista del territorio.
Pero si me tengo que quedar con uno de los planos que me permitió contemplar esta belleza natural es sin duda con la playa de Taburiente, a la que se accede por una senda que acaban siendo 18 kilómetros, algo dura pero que te permite divisar una imagen impagable: las grandes montañas al fondo abrigando un riachuelo que sigue su curso, mientras yo me quedo parada en las grandes piedras que permiten hacer una verdadera desconexión. En este punto, derivado del concurso #EscuchaLaPalma (gracias al cual puedo disfrutar de este viaje), nos ponemos antifaces y disfrutamos de los sonidos que un paisaje así ofrece. Pero en este caso, aún cuando agradezco desconectar totalmente del mundo sin oír nada, es mejor lo que tengo delante: lo que ven mis ojos.
Si no queréis andar tanto y disfrutar de las vistas de la caldera, otra opción es subir al Roque de los Muchachos, el punto más alto de la isla y acceder a un mirador con diferentes puntos de vista que ofrecerá todo un espectáculo en los días claros.
Por otro lado, el verde es un color representado también en el Bosque de los Tilos, un amplio espacio de laurisilva que ofrece diferentes rutas donde ver paisajes espectaculares, cascadas y pasar por cuevas o lugares únicos. Fue el primer espacio Reserva Mundial de la Biosfera de la isla, aunque posteriormente esta calificación llegó a todo el territorio. De corte muy frondoso, ofrece rutas como la de ‘Marcos y Corderos’, a través de la cual se podrá disfrutar de un paseo por unos catorce túneles y dos cascadas. Aunque no pude disfrutar de ella, parece muy recomendable.
Pero La Palma es lugar de contrastes y además de ofrecer naturaleza exuberante, destaca por la parte volcánica de la isla. Paisajes pardos formados por montañas volcánicas y terreno de “picón”, como llaman a la pequeña piedra formada en estos lugares. Para ver esta diferente y original vista el punto de referencia es el pinar del Pilar o mirador del Llano del Jable. Volcán como tal visité el de San Antonio, que también ofrece una maravillosa perspectiva de la costa de La Palma y de las montañas de la isla que acaban en el mar.
Cierro el capítulo de paisajes (aunque lugares hay muchos más) con las playas de la isla, que podrían ser un capítulo a parte. En La Palma uno puede comprobar que el concepto de “playa” no es lo que ya imaginamos por la deriva turística del resto de España. Aquí la gran mayoría son salvajes, se pueden disfrutar casi (y sin casi) en soledad y son verdaderos paisajes por su naturaleza. Tanto la Playa de Nogales como Echentive o cualquiera de Los Cancajos, donde estuve, son dignas de una visita, aunque en cuestión de paisaje, la primera se lleva la palma. Un arenal bajo un acantilado de impresión en cuyas laderas crecen margaritas. ¿No es para derretirse?
Playa de Nogales:
Playa de Echentive:
Playa de Los Cancajos:
Agua
Otro de los sonidos inconfundibles cuando ideé un texto con los sonidos de La Palma fue el agua. Un riachuelo, una cascada, el mar. El complemento necesario para un bonito paisaje o el silencio; el tándem perfecto. El sonido del mar es terapéutico y está asegurado en la Playa de Nogales. Allí ruge, el agua golpea contra las rocas y puedes sentir la fuerza de este elemento de la naturaleza en su máxima expresión. Es otro de los lugares donde debes cerrar los ojos y hacer un esfuerzo para escuchar lo que te dice La Palma, algo así como: “Dispara tus sentidos. Tus emociones te lo agradecerán”.
Pero el agua no solo se escucha; no solo alivia por su melodía. Rejuvenece al tacto: El agua se siente. Esto lo podrás experimentar en un baño en pleno abril con no demasiado buen tiempo. En la playa de Echentive, en plena pared de roca, hay un camino que va a dar a varias pozas; charcas de aguas cristalinas y mejor temperatura para dar lugar al que fue mi único baño en cinco días. Momento salvador donde los haya.
Silencio
¿Cuándo fue la última vez que estuviste en completo silencio? Hay quien ya no lo recuerda; quien no lo piensa; o quién cree que no lo necesita, pero ¡hay que ver lo bien que sienta! Un lugar tranquilo, un lugar en paz, un lugar en silencio… es un lugar que nos lleva a nosotros mismos. Utilizando una cita de Eduardo Galeano: “Solo los tontos creen que el silencio es un vacío. No está vacío nunca. Y a veces la mejor manera de comunicarse es callando”.
La Palma te ofrece multitud de momentos ideales para disfrutar del silencio y si acaso, de los sonidos más primarios: cuando el mar acompaña un amanecer o un ocaso; cuando escuchas tan solo a los pájaros en el Bosque de Los Tilos; cuando nadie habla en el pinar del Pilar, como si este precioso lugar fuera tu más grande secreto; cuando ruge el viento en el Faro de Fuencaliente; o cuando escuchas a animales de una granja en Garafía.
Todas estas son mis razones por las que creo que La Palma es un verdadero paraíso y podemos disfrutar de él en nuestro propio país. ¿Os he convencido?
*Nota: Gracias al Patronato de Turismo de La Palma por la oportunidad de disfrutar de este viaje, que realmente ha sido maravilloso, así como al Centro de Iniciativas y Turismo por su colaboración. A Iberia Express y Canary Fly por hacer de mi vuelo otro rato agradable, incluso citando nuestra visita a la isla y dándonos mimos virtuales. A los organizadores, por su trabajo, empeño, energía y entrega; por hacerme vivir su tierra como si fuera mía, con la mayor de las pasiones. Y a mis compañeros, por las conversaciones, las risas y su buen rollo. Me llevo unos cuantos momentos que jamás olvidaré.