Revista Música

"La partitura es mi biblia." Entrevista a Zubin Mehta

Publicado el 24 enero 2011 por Lilik

–¿Qué esconde la cabeza de un director de orquesta?
–Honestidad, conocimiento de los maestros e interpretación de lo que han escrito y han querido decir. La partitura es mi biblia. La escritura de un compositor significa espiritualidad y mi deber es interpretar su obra de la forma más honesta posible; de Haydn a Schönberg has de conocer su obra y saber transmitirla a la orquesta consciente de que el tiempo ha cambiado y de que cada cincuenta años se modifica la forma de interpretar la misma música. Pero un director también ha de transmitir seguridad y ser consciente de que cada compositor en sí es un mundo muy distinto.
–¿Siempre se lee igual una misma partitura o es el momento el que hace que un director la vea diferente?
–Cada vez que se interpreta una obra se debe analizar cada línea de la partitura porque cada compositor tiene su sonido. Es la evolución la que nos lleva de uno a otro o su propia forma de entender la música la que nos dirige.
–¿Y usted, a la hora de ponerse delante de una partitura, qué busca?
–Ante todo conseguir una lectura intelectual de lo que el autor quiso decir. Mahler, por ejemplo, es muy igual pero muy distinto por sus variaciones. Las formas son las mismas pero la intencionalidad expresiva, diferente. Así que hay que buscar la forma que tiene cada pieza hasta descubrirla y entenderla.
–¿Y dónde quedan las emociones?
–Pues en comprobar que cuando vuelves a releer una partitura después de los años siempre descubres algo nuevo. Déjeme que lo compare con la impresión que produce mirar un Botticelli. Puedes observarlo decenas de veces y siempre descubrirás en él algún detalle nuevo, una simple flor, el pliegue de un velo.
–En su autobiografía afirma que una buena orquesta la hace un buen director ¿Sólo es eso?
–Un director ha de dar una visión sonora. En España, en Valencia concretamente, tenemos un buen ejemplo. Lorin Maazel tuvo libertad para formar una orquesta y el resultado es magnífico. A nosotros nos toca unir a los músicos, sus características y hacerlos compartir ideas y sensaciones para que el público pueda descubrir aquello que tú quieres que entiendan porque no olvide que los mensajes del compositor están escondidos entre cada una de las notas.
–Su padre fue concertino y fundador de la Orquesta Sinfónica de Bombay y supongo que verlo a él o convivir con su mundo sería lo que le animaría a coger este camino.
–Mi padre fue una influencia grande y jamás he dejado de reconocer que no hubiera llegado hasta aquí sin él. Y si quiere que le diga la verdad no sé si antes aprendí a hablar o a cantar. (Ríe)
–O a tocar el contrabajo que es su instrumento.
–Es que yo quise muy pronto poder formar parte de una orquesta y con dos años de estudio de contrabajo ya podía hacerlo.
–¿Continúa acercándose a él aunque sea en la intimidad o como evasión?
–No, mi vida está ya completamente llena de música y mi instrumento es la orquesta.
–Algunos músicos aseguran que en el estrado dice más una mirada que un gesto.
–Porque dirigir es comunicación. La mano marca los tiempos, los ojos crean un ambiente. Para mí es importante mirar a los ojos de los músicos. Un músico que no mira no puede dirigir.
–¿Y cuando en un concierto cierra los ojos en qué piensa?
–Esos son momentos de confianza, de creer en la orquesta y de pensar en lo que viene. Cuando se cierran los ojos tienes la sensación de total control y no quieres molestar a la orquesta, la dejas ir sola. Es como si imaginaras que aunque se acerca una roca ella será capaz de esquivarla.
–¿Es ése el sentido del misticismo del que también habla en su autobiografía y al que le ha llevado su propia cultura?
El director de orquesta Zubin Mehta. | Foto: José Aleixandre
El director de orquesta Zubin Mehta. | Foto: José Aleixandre
–Es una comunicación, un ritmo. El ritmo emociona y un gesto o una mirada lo forma todo. Aunque conozcas de memoria la música y tengas una gran experiencia también hay momentos en que sientes que todo es maravilloso.
–¿Cuando echa la vista atrás a su carrera qué descubre?
–Que he sido honesto y que también he cometido errores. Cuando uno es director musical sabe que tiene en sus manos cien músicos y que el futuro de ellos depende de él. Es muy duro reñir a un músico o tener que decirle que no ha estado bien. Por eso he renunciado a asumir cualquier tipo de dirección musical. Seguiré con la Filarmónica de Israel o el Maggio Fiorentino, pero de lo demás basta ya. Es muy difícil decirle a un músico que su carrera está acabando. En Europa quizás sea más fácil porque todos saben que existe una edad de jubilación, pero en América no. Y yo no sé decirle a alguien que es mayor para continuar realizando su trabajo.
–¿Suele tener a mano sus momentos más especiales?
–¡Son tantos! Pero un momento especial es cualquier frase de cuatro compases. Ahora mismo estoy disfrutando. Todo son buenos recuerdos: la música, mi primer nieto, cuando debuté en Viena, en La Fenice, cuando dirigí en Líbano en un campo de tabaco con la Filarmónica de Israel buscando la paz, cuando lo hice en Sarajevo durante la guerra… hay muchos recuerdos.
–Siempre se ha caracterizado por un compromiso muy especial en un mundo, como el suyo, que no deja de ser muy individualista.
–Estoy comprometido en el área que me toca. Sólo soy un músico pero que tiene sus ideas. Durante ocho años renuncié a actuar en Grecia por los coroneles y los fascistas, y me negué a ir a Alemania. No puedo sentirme indiferente porque el compromiso es con mi alma. Y aún no creo que haya hecho bastante por Israel o para que podamos sentirnos juntos palestinos y judíos. Lo que lamento es que no me quede más tiempo libre para dar conciertos benéficos o que sean tan caros de organizar.
–¿Por qué el conflicto en Oriente Medio nunca encuentra un final o termina cuando comienza a verse una luz?
–Porque aún existen minorías árabes que crean problemas y el actual gobierno de Netanyahu tampoco ayuda. Hace unos días se reunía con Obama y aseguraba que no habría más asentimientos y cuando volvió a Israel los hizo. Esa no es forma de encontrar la paz.
–La semana pasada abordó en Valencia quizás uno de los retos más grandes para un director, afrontar de golpe la tetralogía de Wagner.
–Es un reto pero no la primera vez que lo hago. El Palau de les Arts es un teatro importante que ha de hacer cosas grandes. Hay una buena orquesta y la Fura dels Baus tiene una gran flexibilidad. Hacer la tetralogía de Wagner es un sueño para mí.
–¿Más que cualquier ópera italiana, que también le gustan mucho?
–Es que Wagner es mucho más complicado, su vocabulario musical es inmenso, están sus polifonías… Turandot, La Traviata… no tienen problema, son más sencillas de transmitir. Wagner es como la literatura alemana de tradición, un desarrollo completo. Wagner es el Goethe de la música, como lo es Beethoven, Bach… lo otro es Viena
–¿Ha elegido estos tres nombres por algo en particular o sólo le han venido a la cabeza?
–No, no. No sólo están ellos para mí. Está también Mozart y Verdi, Beethoven y Wagner. Y después la escuela de Schönberg… todos están dentro de mi corazón.
–¿Y si tuviera la oportunidad de devolver a la vida a uno de ellos?
–Traería a Mozart para preguntarle cómo es posible hacer esas cosas tan puras, tan maravillosas, tan increíblemente alegres y tan tristes sin estarlo él interiormente. Porque cuando Beethoven escribía música triste, lo estaba, como Bruckner, pero Mozart no. Y no puedes entender cómo se puede escribir cosas tan bellas sin tener el corazón roto o sin estar descorazonado.
–¿Me recomienda una pieza?
–El Quinteto en sol menor de Mozart es uno de los momentos mas trágicos de la música pero no sabemos si lo escribió en un momento de alegría.
–¿En casa escucha mucho a Mozart?
–¡Sí! Y a otros muchos. Me gusta mucho la música de cámara. Sinfónica escucho menos. Ópera cuando tengo que estudiar una obra o durante los ensayos para poder conocer otras opiniones.
–¿Qué director se traería con Mozart ?
–Wilhelm Fürtwängler pero no sólo por su espíritu como director sino porque él buscaba entre las notas. Era como Toscanini, una revolución. Toscanini limpiaba las partituras y marcó una línea de forma exagerada y dijo aquello de ‘quiero las notas tal como las escribió Beethoven…’ y buscó el significado de cada una de ellas. Siempre descubres un detalle. Es lo de Botticelli que hablábamos. ¡Mire la partitura de Wagner! (se levanta y la pone sobre la mesa) ¡Está llena de detalles!
–¿Y cómo se divierte usted cuando desconecta de la música?
–Estando con mis nietos, con mi mujer o con un partido de cricket. Pero aquí no hay cricket. Pero sí buen fútbol.
–¿Qué les pide a las nuevas generaciones?
–Que disfruten de todos estos centros culturales que se han creado y que le pidan a los gobiernos que no dejen de apoyar el arte y de financiarlo o que busquen mecanismos para que la empresa privada pueda ayudar desgravándose las inversiones de sus impuestos. Es una solución. Espero que no suceda lo que ha ocurrido en Italia. ¡Es un desastre! ¡Berlusconi es un desastre! Recortó el dinero para la cultura y yo mismo he tenido que cancelar dos óperas en Florencia.
–¿Me hace una confidencia? Supongo que aquello de los tres tenores se lo tomarían ustedes, en realidad, como una simple diversión que no quería ir más allá.
–Sí. Fue sólo una diversión. Nada más. Una forma de divertirnos. Fue. Fuente: mas.laopinioncoruna.es

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