Los sueños –que no las ensoñaciones–, son un lugar mágico, nunca sabemos cuándo entramos a ese lugar, mas casi siempre sabemos cuándo salimos. A veces, nos parece un extraño lugar, donde cosas o lugares conocidos se mezclan con otros un tanto desconocidos o misteriosos, sin embargo, pese a lo absurdo que puedan parecer a veces, siempre volvemos.
Algunos han tratado de reducir todo a una serie de fluctuaciones químicas, tratando de explicar la “ciencia” de los sueños. Sin embargo, soy de los que cree que hay que cosas que, simplemente, no se pueden explicar o comprender en su totalidad, pues ni la razón, ni eso que llaman ciencia, alcanza a veces para responder todo. Algunas cosas simplemente hay que sentirlas o experimentarlas. En ese plano ubico el acto de soñar.
Para mí los sueños, son un lugar tan “real” como la internet, e incluso, a mí parecer, mucho más concreto. La patria de los sueños es un lugar al que vamos en planos interdimensionales que no comprendemos. No es mero acto cerebral, literalmente, viajamos un lugar donde se reúnen vivos y muertos, pasado y futuro, amigos y extraños.
Las razones por las que soñamos, las desconozco. Sin embargo, me gusta pensar que allí viajamos para recibir mensajes, hablar con aquellos que ya no están con nosotros o, simplemente, para conocer lugares, épocas o tiempos que, debido las limitancias propias de nuestro cuerpo físico (cansancio, enfermedades, falta de dinero), nos impide.
Soñar es viajar a una patria donde todos cabemos, en todos los tiempos y en todos los lugares. Somos muchos más que seres de carne, sangre y huesos. Y es solo en un formato libre de las fronteras de lo físico donde podemos encontrarnos, quizás, en la única patria en las que todos somos iguales: la patria de los sueños.
Por Pablo Mirlo