Queremos paz, exigimos paz, abogamos por la paz, luchamos por la paz, gritamos ¡paz! en las manifestaciones, nos encanta la jodida paloma de la paz, vestimos el blanco, el color de la paz. Pero mis queridos, la paz cuesta, cuesta sacrificio, lágrimas, sudor, cabreos, indignación. Y lo más difícil, cuesta el perdón.Por eso cuando se asiste a un proceso para alcanzarla, surgen tantos interrogantes. ¿Estamos las sociedades preparadas para un proceso de pacificación? Sociedades que han estado castigadas durante años por conflictos ideológicos, políticos, económicos (por supuesto la paz hay que buscarla también en la economía),… y que han dejado decenas de muertos, cuando no miles.Queremos la paz, pero muchas veces no estamos dispuestos a pagar por ella. Porque conseguir el equilibrio supone hablar con el enemigo, mediar con el enemigo, estrecharle la mano al enemigo, para que el enemigo deje de existir. Y es aquí cuando mi clara visión de la historia se tuerce. Cuando aparece la memoria de las víctimas, las familias de las víctimas, el sacrificio de las víctimas. Y dejar a un lado todos estos sentimientos cuando nos sentamos en la mesa a negociar es jodido. Muy jodido.Por eso, cuando en España queremos meternos en esta senda tortuosa, los pelos se erizan, las voces disonantes se escuchan, se rasgan las vestiduras, y se dejan entrever susurros calmantes. Deberíamos mirar a otros países, con historias mucho más sangrientas, y reflexionar. Colombia, por ejemplo, quiere comenzar esa camino, sin, desde el punto de vista de muchos “expertos”, demasiadas perspectivas de éxito (para más información mirar “Varaderodesconocido” el blog de mis compañeros, en el que escribe Ángela Verge, que le fascinan estos temas espinosos) No es por menospreciar lo nuestro, pero si lo comparamos con otros casos veremos que no es imposible. Sólo difícil.Porque en la paz hay más ganadores que perdedores. Nuestro enemigo no ha conseguido lo que quiere, y nosotros podremos vivir plenamente. Porque no se trata de impunidad, ni de perdón sin consecuencias. Se trata de construir una sociedad nueva donde el germen del enemigo no llegue a cuajar. Nunca vamos a ser amigos de los terroristas, ¿quién dijo eso? Lo que vamos a hacer es trabajar para que no vuelvan a existir. Ni ellos, ni las víctimas.