Ascanio Celestini es, ante todo y contra todos, un hombre de teatro alternativo que desde 1998 agita las mentes bien pensantes italianas, como años antes lo hizo el novelizado Dario Fo. Digno heredero de una tradición de denuncia y reflexión, Celestini sabe reconocer cuándo un tema es el adecuado para analizar una situación.
Tras dos años de investigación en una infinidad de psiquiátricos del país montó en 2005 una obra de teatro, al año siguiente escribió una novela y en 2010 ha presentado esta película. Ya sea obsesión o una manera de explotar diferentes formatos para un mismo asunto, Ascanio Celestini ha vivido sus últimos cinco años con esta oveja negra (traducción del título original).
Un chiste de los años 60 contaba la peripecia de dos locos en un asilo protegido por 100 puertas. Abren la primera, consiguen traspasar la segunda y la tercera… y al llegar frente a la última se dicen: bueno, cómo cansa abrir tantas puertas, media vuelta que ya vale por hoy, lo dejamos para mañana. Y así comienza esta historia con un narrador que nos relata la vida en este asilo de alienados.
Esta existencia, captada por la mente de uno de sus internos, posee por momentos la lucidez y la lógica de un experto en sociología. Un acercamiento a la variable realidad con sus diferentes interpretaciones acompañada de unos personajes secundarios que dan color a este universo gris: el amigo del protagonista, una especie de Sancho Panza, una familia de lo más especial o las monjas que regentan el manicomio.
Un retrato de toda una época obsesionada por el sexo, reprimida por la religión e impulsada por un naciente consumo que el director sabe retratar a la perfección. Todo el arte del director reside en su particular manera de establecer la narración y llevarnos por caminos inesperados.
Las puertas, que sirven tanto para hacer un chiste como para aislar a estos supuestos perturbados personajes de las personales normales, tienen dos lados. Frente a la reja de un manicomio, a veces, muchas veces, nos preguntamos quién está, en realidad, dentro del recinto psiquiátrico. ¿Somos nosotros o son ellos? Bueno, la respuesta también la dejamos para mañana.