Entre ellos surge una amistad que sólo les proporciona a ambos una pequeñita escapada emocional, ya que su amor es, desde el primer día en el que Bepi entra en el bar para tomar su café con licor de ciruela, un imposible.
Es una película tan intimista como predecible, que calienta como una buena manta en invierno, con el miedo a que un pie se nos descubra y acabemos enfriándonos.
La mejor y más sencilla crítica que he escuchado de esta historia, salió de los labios de una chica que ocupaba un asiento en la fila delantera a la nuestra. Cuando los títulos de crédito desfilaban ya por la pantalla, se giró hacia sus amigas y, en un tono que ella creería más bajo, sentenció: "es bonita, pero pretenciosa."