Dibujo de Oriol Sábat
El crujir de una rama de quejigo en aquel tupido monte alertó a los cazadores. Atentos como iban a toda señal, creyeron percibir la sutil huida de su presa ante el olor a pólvora que emanaba de su presencia. A medida que se acercaban, el fétido olor que contaminaba el aire les obligó a ponerse el pañuelo cubriendo la mitad inferior de su rostro.Los primeros rayos del amanecer descubrían la rama que se desgajaba vencida por el peso de aquel pingajo oscilante. Todo un símbolo de rendición ante una batalla perdida.