La perfección del amor erótico es la unión carnal, la cual se plasma en la descendencia, pues sin descendencia no hay verdadera unión amorosa, sino unión incompleta o conato de unión. El fin de este amor es la conservación y propagación del hombre físico.
La perfección de la amistad es la unión ideal en torno a la bondad, la belleza y la justicia. Ésta se ejercita mediante la subordinación del interés propio del individuo a lo bueno, lo bello y lo justo. Su fin es la conservación y propagación del hombre moral.
El amor erótico que no persigue el fin de propagar la humanidad degenera y propaga sólo su propio deseo, que es un deseo sin fin. Siendo el hombre finito y superior al placer que busca (ya que el placer se da en el hombre y el hombre no se da en el placer), es de este modo destruido por el deseo infinito de lo inferior.
Por otro lado, la amistad que no conlleva el menosprecio del propio interés deviene una forma encubierta de filautía. Así, el amor de uno mismo sólo puede ser limitado o bien por el amor de lo que es inferior a uno mismo, esto es, por el deseo carnal sin límites, que como se ha dicho conduce a la propia destrucción, o bien por el amor de lo que es superior a uno mismo, a saber, lo que perfecciona al hombre en tanto que hombre. Puesto que el hombre es finito, un amor infinito de sí mismo es contrario a su naturaleza, ya que el deseo no guarda proporción con lo deseado. Y no es menos contrario a su razón, toda vez que es ocioso desear lo que ya se tiene. Por este motivo reputamos ser vanidad la estimación propia cuando no está dirigida a perfeccionarnos.
Toda unión que no tenga por fin la conservación y propagación del hombre físico o del hombre moral es una unión contra naturaleza.