Yo no soy un maestro, soy un aprendiz. GERARDO DIEGO Los ideales no existen, ni en la política, ni en la Cultura. Sobrevivir parece el ideal absoluto. LUIS Mª DE VILLENA
Hablar o escribir de cualquier cosa con riguroso acierto, equivale a saber todo de todo. Ello, además de innecesario, es imposible. ¿Para qué necesitan los sastres saber cómo se hace el tapón de una botella, o el motor de una avioneta de ciertas características (1).
Aprender todo sobre todas las materias, nos llevaría a convertir los estudios en ocio y viceversa. Esto parece ridículo, pues todas las cosas aprendidas se quedarían impracticables y no sólo por falta de conocimientos, sino de tiempo. Aun con eso, suponiendo que aprendiésemos lo bastante de cada cosa, quedarían desconocidos e impracticables muchos otros detalles importantes, lo que viene a confirmar que, efectivamente, no somos especialistas de nada hasta ese extremo que muchas personas pretenden entender o alcanzar.
Cada una de las actividades que el hombre desempeña, incluso aquellas que pudieran parecer más insignificantes, requieren de un constante esfuerzo, mucho más en este tiempo de cambios tan rápidos, donde se exige un proceso renovador permanente y un acercamiento continuo al cliente, en el caso de un comerciante; al alumno, si se trata de un profesor; al pueblo, en el caso del político… Incluso, dedicándonos plenamente en tiempo y en esfuerzo al estudio y la práctica de una materia determinada nunca llegaríamos a pronunciar esa palabra mágica: ¡ya lo sé todo!.
Teniendo en cuenta estas observaciones, no procede exigirle a un hombre que ejerza, hable o escriba como especialista de algo. Los hay. Alguien en el límite de lo absurdo, les ha revestido de este título y espera de ellos (parece entonces lógico), una respuesta que no se ha dado nunca porque tal vez no exista. Avanzar por la vida como superdotados, implica ignorar la mutación hacia la que vamos, la transformación en la que estamos inmersos y, sobre todo, la valoración justa de todos esos cambios.
Hemos de ser conscientes y emitir una opinión no como irrebatible, sino como algo que ha de ser mejorado antes o después por otros hombres. Dar un juicio por irrevocable, equivale a obligar a los demás a ver las cosas por el mismo cristal que nosotros las vemos, cuando sabemos que en cada ser se dan estímulos y sensaciones diferentes.
De otro modo, si así fuera y, sin dejar de ser libres, tomásemos como ideal lo que unos pocos escriben en la prensa, lo que otros pocos comentan en la radio o en la televisión, o lo que un grupo reducido proclama en la tribuna de los conferenciantes, sobrarían muchos interrogantes y estaríamos viviendo en perfección. Si todos pensásemos igual o viésemos las cosas de igual forma, la vida no tendría aliciente. Si todos viésemos por igual el mar o una flor, no existirían los poetas o todos haríamos versos. Para unos, el mar no es más que una extensión muy grande de terreno ocupada por el agua; para otros, en cambio, “el mar sonríe a lo lejos./ Dientes de espuma, labios de cielo”.
Federico García Lorca escribió:
Pobre mar condenado a eterno movimiento habiendo antes estado quieto en el firmamento”.
¿Quién sabe de los labios o de la amargura del mar, si no son los poetas? Podíamos citar a Rafael Alberti o Antonio Machado… Dice este último:
Érase de un marinero que hizo un jardín junto al mar y se metió a jardinero. Estaba el jardín en flor y el jardinero se fue por esos mares de Dios…
Por otro lado, hay trabajos que agobian y entristecen, ya que para vivir moral y espiritualmente de ellos, hay que vivir de otros económicamente. (2).
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(1)Hay conocimientos que se hacen imprescindibles; en cambio, hay otros que son innecesarios. (2)“Estás alarmado y cansado. Alarmado porque pasas de los 50 y no ves la forma de liberarte de un trabajo cada día más lejano a tus verdaderas aspiraciones. Cansado, porque ya no dispones de las energías de tus 30 años para llevar una doble vida. Tienes la sensación de estar perdiendo el tiempo para lo que juzgas y sabes más importante: tu obra”. Luis de Pablo en “Diario 16”-.
Del ensayo inédito del autor: “El Futuro inmediato”, 1990