Un duque sin descendenciaElisabetta Gonzaga nació en 1471 en Mantua. Fue la segunda hija del marqués Federico I Gonzaga y Margarita de Wittelsbach. Mientras su hermano Francisco heredaría el marquesado de Mantua como Francisco II Gonzaga, ella estaba destinada a otro importante estado italiano.
Cuando en 1489 se casó con Guidobaldo de Montefeltro se convirtió en duquesa de Urbino. Pronto Elisabetta tuvo que asumir la impotencia de su marido del que rechazó firmemente separarse. Incapacitada para ser madre, la duquesa se volcó en el arte y la cultura convirtiéndose en una importante mecenas de la Italia del cinquecento siguiendo los pasos de su cuñada, Isabella d’Este.
La dinastía aseguradaEn 1502, Elisabetta y el duque de Urbino tuvieron que hacer frente a las tropas de César Borgia. Tras la ocupación del ducado, Guidobaldo fue expulsado mientras que Elisabetta fue obligada a permanecer en sus tierras. Cuando en 1504 fueron restablecidos sus derechos en Urbino, los duques decidieron adoptar a su sobrino de 14 años Francisco María I della Rovere, quien aseguraría la dinastía de los Montefeltro en Mantua. Francisco se casaría con Eleonora Gonzaga, sobrina de la duquesa.
Cuatro años más tarde, Elisabetta perdía a su marido de 36 años a causa de una larga enfermedad. La duquesa viuda quedó entonces al cargo de Urbino y de su hijo adoptivo. Elisabetta gobernó con eficacia y sirvió de ejemplo aristocrático gracias a las palabras que Baltasar de Castiglione le dedicó en su gran obra El cortesano, en las que ensalzó sus modales, su prudencia y sus virtudes como dama.
Muerte en FerraraA pesar de su buen gobierno, en 1516 Elisabetta no pudo hacer frente al Papa León X y sus deseos de otorgar el ducado de Urbino a su sobrino Lorenzo de Médici. A pesar de que Francisco María I della Rovere recuperó el ducado tras la muerte del Papa en 1521, Elisabetta permaneció en Ferrara donde murió en 1526.