En ciertos momentos, los contenidos de un blog quieren actualizarse solos. No hay autor que valga. Al explorar, al indagar, los argumentos desenterrados crecen y se reordenan. Buscan un sentido propio, quieren romper el silencio.
Toda la entrada debía versar, pues, sobre permacultura, pero llegado el momento de publicar, apareció esta entrada publicada en Paperblog sobre la película “Nuestros hijos nos acusarán”. Pensamos en reunir la cultura de los cultivos orgánicos y el film que hablaba sobre los perjuicios de la contaminación agrícola. Eran dos temas complementarios, dos argumentos, que, yuxtapuestos, parecían encajar. Sólo faltaba encontrar el nexo, esa parte irrefutable que aportase luz y fuera útil: Había que conseguir datos que ratificasen, en caso de ser ciertos, cómo el “progreso”, el alejamiento de los cultivos tradicionales y el abuso de la química afectaban negativamente a la salud.
Y llegaron las cifras, tan numerosas que, simplemente, no cabían. Cientos, miles, en todos los idiomas, en todos los países… Casos de cáncer que se multiplican por tres, por cuatro… Alergias que se duplican, afecciones respiratorias… Los datos son tan excesivos, abrumadores y alarmantes, tan fáciles de encontrar y contrastar, que nos preguntamos por qué nadie los sacaba a la luz; porque nadie gritaba y se ofendía ante las enfermedades silenciosas.
Y las estadísticas, a las que cualquiera con un poco de tiempo puede acceder, nos dijeron que permacultura es una palabra con futuro y que el documental debe ser difundido. Las estadísticas insinuaron que hay que regresar a otro tipo de cultivos y economías sostenibles.