Las únicas cifras que parecen creerse son las de ese déficit de comprensión lectora. Por eso nos insultan con una burda manipulación del lenguaje para explicar unas cuentas que no salen, unos números de y para la pobreza económica; también de ideas y de valentía.
No veremos estos días a nadie del Gobierno haciendo la compra en un supermercado, como lo hace periódicamente Ángela Merkel ante un fotógrafo casual en un gesto que se traduce como “soy una más”. Pero estos señores que nos gobiernan, amparados en una mayoría absoluta ya perdida, no son uno más, sino uno menos. No suman, restan. No explican, tergiversan, pervierten la palabra y la matemática. No son uno de los nuestros. Por eso tampoco se sienten aludidos ni afectados por sus propias cifras.
En el Gatopardo, Tancredi, el oportunista sobrino del Príncipe, hizo famosa la frase de “si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”. Pero tampoco en esto se siente aludido este Gobierno al que nadie advierte de que va desnudo. La consigna es permanecer inmutable, quieto, sin hacer nada con la vana esperanza de que el tiempo cambie todo, salvo algunas cosas, y echar las culpas al que se mueva. De ahí su admiración por las mayorías silenciosas, otra manipulación perversa, por los héroes cuya hazaña consiste en no hacer nada.