La pesadilla de las traducciones

Publicado el 08 enero 2013 por Desequilibros
Traductores supuestamente avezados, traductores de renombre, no conocen el idioma del que traducen, o no conocen el idioma al que traducen; ignoran palabras, que no se molestan en buscar en el más vulgar de los diccionarios, donde las encontrarían (porque yo las encuentro); ponen en negativo frases positivas o a la inversa, se saltan párrafos enteros.
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"Una de las pesadillas de editor eran y son las traducciones. Dos observaciones previas. Una obvia: existen buenísimos traductores (yo conozco pocos) para los que no vale cuanto voy a decir. Otra sorprendente: las traducciones se pagan, es cierto, mal, pero, contra todo pronóstico, no hay relación alguna entre precio y calidad.

"Con Miguel Delibes, en el campo, a la hora de la siesta:  un momento de paz casi perfecto". La fotografía la hizo Oriol Maspons. Sedano, Burgos 1961

El buen traductor ocasionalmente mal pagado sigue haciendo (supongo que no puede evitarlo) un buen trabajo, y el mal traductor sigue produciendo bodrios aunque se los pagues a precio de oro.
Lo cierto es que el pequeño editor, sobre todo en su inicios, se encuentra la mesa atestada de traducciones impublicables.
El pequeño editor suele ser demasiado pobre para encargar obras nuevas (y demasiado tímido para negarse a abonar las que le han entregado), y tiene que recurrir a un revisión. Es el trabajo peor retribuido y más ingrato que conozco. Es durísimo, permanece anónimo y queda siempre, siempre, mal.
Ante la posibilidad de dárselo a un incauto (si das con uno, no reincide jamás), el pequeño editor se lleva el original a su casa.
Y empieza una pesadilla, que sigo recordando años después como una enfermedad. (No se trata de un problema solo mío, pues he visto a editores amigos, como Jorge Herralde o Beatriz de Moura, vivir, en sus inicios, trances parecidos).


Y cuanto peor es el traductor más se obstina en corregir al autor, en mejorar el texto original: explica lo que en éste no se explica, cambia una puntuación insólita, una adjetivación audaz, por otras adocenadas. Elude traducciones que podrían ser perfectamente literales por otras plagadas de casticismos (alguien le debe haber dicho que la traducción debe sonar como si el libro hubiera sido escrito directamente en castellano, sin advertirle que que Flaubert o Joyce no son Baroja, ni Rimbaud tiene mucho que ver con Machado).

Y, sobre todo, las malas traducciones están plagadas de que llamo "frases imposibles", frases que a nadie jamás, ni en un arrebato de locura, se le ocurriría decir. Frases que nadie ha dicho nunca. Bastaría que el traductor las leyera una sola vez en voz alta, escuchándolas, para comprobar que no podía utilizarlas".
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Esther Tusquets; Confesiones de una editora poco mentirosa. Editorial RqueR. Madrid 2005.
Esther Tusquets falleció el 23 de julio de 2012.
Escúchenla en una entrevista para CervantesTv.es