A finales de primavera, en los meses de mayo y junio, los atunes rojos de la población oriental entran en el Mediterráneo viajando próximos a la costa andaluza. Durante esta migración, los atunes reproductores no se alimentan y sobreviven gracias a las reservas de grasa acumuladas durante los meses previos. Poco antes de atravesar el estrecho de Gibraltar, los pescadores de la costa de Cádiz los esperan con sus almadrabas, un sistema de pesca tradicional con el que los peces son dirigidos hacia un laberinto de redes al final del cual quedan atrapados. Parte de estos atunes son sacados unos días después con destino al mercado japones, y otros serán mantenidos en jaulas flotantes en las que son alimentados para sacarlos unos meses más tarde, dependiendo de la demanda.
Los atunes que logran escapar de las almadrabas llegan a sus lugares de reproducción, la mayoría de los cuales se encuentran en aguas de las islas Baleares. Una vez que han completado el desove, los peces, mucho más delgados que a la entrada, abandonan el Mediterráneo siguiendo la costa de Marruecos. En ese momento ya comienzan a alimentarse, por lo que entran a los cebos de los pescadores marroquíes, que a bordo de pequeñas pateras, que en ocasiones pueden ser más pequeñas que los propios atunes, los capturan con sedales y anzuelos.
Una vez que un atún pica el anzuelo, es izado a la superficie a mano, usando llantas de neumáticos usados para protegérselas. Esta operación puede durar más de media hora, ya que estos enormes peces emplean todas sus fuerzas para liberarse. Es ese el momento que otros pescadores del estrecho utilizan para robar las capturas, alertados por los desesperados intentos de los atunes para liberarse del anzuelo. Varias familias de orcas merodean por las proximidades durante estos días y si se encuentran con uno de estos peces se lanzarán sobre ellos para devorarles la ventresca y las partes más blandas y nutritivas. Una pérdida para los pescadores pero una oportunidad única para ver un espectáculo que sólo se puede observar en estas aguas durante unos pocos meses al año. De todas formas, las pérdidas ocasionadas por las orcas no evitan que la pesca del atún rojo siga siendo una actividad muy rentable y lucrativa para estos pescadores, ya que uno solo de estos peces puede alcanzar precios desorbitados.
De todas formas, las orcas no acuden todos los días al encuentro de los pescadores y después de un día de frenética actividad se pueden tomar uno o dos días de descanso antes de aparecer de nuevo por la zona de pesca. Y eso os lo puedo asegurar yo, que he bajado varias veces durante los últimos años y nunca he conseguido verlas y en cambio he visto en varias ocasiones cómo las pequeñas embarcaciones pescaban muchos atunes, algunos de más de 200 kg de peso.
Una vez que el enorme pez ha alcanzado la superficie, el trabajo no ha terminado, ya que no resulta nada sencillo subirlo a bordo. Ayudados con cuerdas y ganchos, los pescadores tiran del pez para meterlo en la barca lo que les puede llevar más de media hora.
En ocasiones y si el atún capturado es demasiado grande, pueden requerir la ayuda de la tripulación de otras embarcaciones cercanas para unir fuerzas, ya que las tres o cuatro personas que suelen pescar en cada una de estas pequeñas barcas puede no resultar suficiente. Aún así, si después de varios intentos no consiguen subirlo, pueden optar por llevarlo amarrado al costado de la embarcación, pero puede resultar arriesgado si las orcas andan cerca.
Esta pesca tradicional realizada por las embarcaciones marroquíes representan una mínima parte del total de capturas de esta especie en el Mediterráneo. Actualmente, la mayor presión sobre esta especie es realizada por las flotas industriales de cerco, que capturan miles de estos ejemplares, muchos de los cuales son directamente introducidos en jaulas de engorde en las que esperarán con destino al mercado japonés, gracias a la cada vez mayor demanda del mercado de sushi y sashimi.
NOTA: haced click en las fotos para verlas a mayor tamaño.