La distopía que Vonnegut usó como tarjeta de visita
Kurt Vonnegut (1922-2007) se estrenó como novelista con La pianola, una distopía nacida, según confesó, de su voluntad de recrear Un mundo feliz. ¿Saqueo? No mayor, respondíaVonnegut, que el acometido por Huxley con el Nosotros de Zamiatin.Al fin y al cabo, a diferencia del estéril plagio, la “imitatio” ha sido y es un fértil mecanismo de composición. En La pianola (1952), Vonnegut emboca el camino de los mundos regidos por autómatas para, envuelto en sátira, humor negro y un evidente toque compasivo, reflejar el desastroso potencial yacente en la civilización occidental y las muy disímiles consecuencias de la robotización –que hoy ya empezamos a conocer tan bien– en quienes conciben las máquinas y en quienes son reemplazados por ellas. Ahora bien, si una sociedad maquinizada se dibuja como pianola será porque sus cuerdas pueden ser martilleadas según una pauta prefijada pero también porque pueden ser golpeadas con libertad por un pianista. Y aquí, y así, brota el conflicto.