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Argumento
Aya es una adolescente cuyos padres dirigen un orfanato. Se siente desgraciada y sola, abandonada por sus progenitores, volcados en su misión. Su único placer consiste en acudir a escondidas todos los días a la piscina para espiar el cuerpo de Jun —un chico del orfanato— cuando efectúa sus saltos de trampolín…
Estructura, ambientación y estilo narrativo
La novela se estructura en un único bloque de texto sin separaciones de capítulos, a excepción de un doble espaciado para marcar los cambios de escena.
La ambientación sitúa la historia en una población japonesa, aunque no especifica en cual. Dado que la narración se centra más en las sensaciones y recuerdos, carece de importancia la localización exacta.
Se encuentra narrado en primera persona por el personaje de Aya, haciendo hincapié en las sensaciones y sentimientos que tiene. El lenguaje es pausado y descriptivo, con la hermosura que suele caracterizar a la autora.
Personajes
Aya es una adolescente solitaria, hija de los dueños del orfanato Hogar Hiraki. Se siente aislada de su familia, resentida con el mundo, aunque encuentra los escasos momentos de felicidad observando a Jun y mostrando una cierta dosis de crueldad con los demás niños.
Jun, es un joven huérfano, perfecto tanto físicamente como en su personalidad. Dedica gran parte del tiempo al deporte y a su cuerpo, es amable y detallista con todo el mundo. En contraste con Aya, parece ser todo luz.
Mi opinión
Todos tenemos autores fetiche, de esos que hemos leído casi todas sus obras, y nos lanzamos a cada una de las nuevas de forma compulsiva. La verdad es que yo tengo bastantes, pero Yoko Ogawa es una de ellos.
Cuando me enteré que en mayo publicaban su nueva novela, no dude en pedirla a la editorial y la leí casi de una sentada cuando llegó. Creo que lo dije en Facebook cuando cerré su última página, pero me reitero en lo que pensé: Perturbador. Ya lo dice su contraportada, usando el mismo término que se me había venido a mí a la mente.
De nuevo, eta autora ha conseguido que un lector occidental (para el cual es cada vez más evidente que no están adaptadas sus novelas) quede admirado por su manera de escribir, pero desorientado por las acciones que describe.
En este caso, no es la historia en sí misma, sino la protagonista a la que se sigue en su narración, la que nos provoca una sensación de desazón bastante grave. Y es que a mi me afecta bastante todo lo relativo a los niños.
Después de haber leído casi todas sus novelas, veo dos puntos comunes en todas: las matemáticas y el deporte. Cuando nos es el beisbol, es el balonmano o en este caso el salto olímpico. Aunque en esta ocasión ha decidido darle más importancia que en obras anteriores.
A la protagonista también se le pueden encontrar similitudes en otros personajes femeninos de la autora: solitaria, ligeramente deprimida y con algún tipo de “obsesión”. Lo que varía en este caso es la aparición de un lado oscuro.
No debería extenderme mucho en este punto, pero al ser la clave de la novela no puedo dejar de comentarlo: Aya siente la necesidad de ser cruel con los demás niños del hogar de sus padres. Son pequeños detalles como hacer llorar a la más pequeña al dejarla sola, pero lo que sorprende es la satisfacción que obtiene de ello.
Eso es precisamente lo que me resultó perturbador, y me ocurre siempre cuando hay niños (o pre-adolescentes) con malas intenciones. Pero lo que mayor desazón me produjo, es que en cierta manera la entendía.
No quiere decir que apruebe su comportamiento, sino que comprendo la soledad y la impotencia que tiene que sentir esta niña al estar sus padres dedicados en cuerpo y alma a unos niños que no son sus hijos, y viviendo ella misma como si fuera parte de los huérfanos.
La narración, escasa pero intensa, nos mete en un bucle de necesidad-culpa-redención, siendo esta última mediante la observación de Jun durante sus saltos, perfecto en todos los sentidos. Físicamente tiene un cuerpo perfectamente moldeado, en el que se recrea la narración. Pero su personalidad es igualmente correcta.
La lectura, para los que estamos acostumbrados a esta autora, es muy fluida y en apenas dos horas habremos terminado sus 100 páginas. Eso sí: volvemos a encontrarnos con un final un tanto extraño. En este caso, si que creo haber comprendido las últimas paginas, aunque no por ellos la sensación que me dejaron es menos confusa por la situación.
No tanto como con La residencia de estudiantes, pero seguramente esta no sea la mejor obra para comenzar con esta autora (para los que yo recomendaría La formula preferida del profesor). Sí que es recomendable para los que somos adictos a la escritora de Yoko Ogawa.