Cuando estuvimos en la Fería del Libro de Madrid 2015 tuvimos la suerte de que Domingo Villar nos firmara sus dos novelas y cuando le preguntamos por la tercera nos comentó que posiblemente el año que viene viera la luz, y con un poco de suerte en los primeros meses.
Hablando un poco más salió el tema de la película basada en su novela La playa de los ahogados, que posiblemente veamos en la pantalla este otoño y el encuentro titulado "Literatura y cine: adaptación de La playa de los ahogados", que iba a tener lugar a última hora de la tarde.
Teníamos previsto asistir, pero cuando llegó la hora estábamos en la otra punta de la Feria y cuando quisimos llegar el encuentro había acabado.
La novela me gustó mucho y espero que la película me guste en igual medida.
EL AUTOR
ARGUMENTO
"Una mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla de una playa gallega. Si no tuviese las manos atadas, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras faenaba. Sin testigos ni rastro de la embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumerge en el ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se deciden a hablar, apuntan en una dirección demasiado insólita. Un asunto brumoso para Caldas, que atraviesa días difíciles: el único hermano de su padre está gravemente enfermo y su colaboración radiofónica en Onda Vigo se está volviendo insoportable. Tampoco facilita las cosas el carácter impulsivo de Rafael Estévez, su ayudante aragonés, que no acaba de adaptarse a la forma de ser del inspector".MIS IMPRESIONES
Ya dije en mi opinión sobre Ojos de Agua que me había sabido a poco, a muy poco, y que me parecía más bien como una toma de contacto con el lector, que el autor estaba tanteando el terreno, y ahora que he leído La Playa de los Ahogados estoy segura de ello.
Parecía que en Ojos de Agua, Domingo Villar, nos daba pocas pistas de la vida de los investigadores Caldas y Estévez, con el fin de dejarnos con ganas y que nos los iba a desvelar en su próxima novela, pero nos encontramos con que en ésta, aunque nos da a conocer algún detalle más sobre sus vidas, tampoco lo desvela todo, ya que aunque revela más detalles de la relación de Caldas con su padre, de cuándo y cómo se quedó sin madre, y como fue, más o menos, la vida de ambos desde entonces, seguiremos sin saber, por ejemplo, el por qué de la ruptura con su pareja. Y en cuanto a Estévez, tampoco nos aclarará mucho más de la vida del Aragonés, salvo que en ella parece que ha surgido alguien especial.
Pero aunque sigamos sin saber excesivamente de ellos (en esta novela nos cuenta algo más de la vida personal de Leo Caldas en el momento en que suceden los hechos, pero nada que ponga todas las cartas sobre la mesa), Domingo Villar sigue haciendo un relato cuidadoso de lo esencial: su personalidad; ya que bajo esos estereotipos de gallego (Leo Caldas, entre otros) y aragonés (Rafael Estévez), que tan bien plasma, y maneja de tal forma que en más de una ocasión nos provocarán la sonrisa, también vamos a encontrar otras cualidades en ellos, como esa capacidad de apreciar y disfrutar un paisaje de Rafael Estévez, que tanto puede chocar en un hombre al que es difícil controlar el uso de la fuerza (y que sorprende a Leo Caldas), o ese afán de Leo Caldas de querer conocer los motivos que pueden llevar a una persona a realizar ciertos actos, por encima de querer castigar a quien los ha llevado a cabo.
Pero no acaba ahí la “promoción” que Domingo Villar hace en sus libros de Galicia, sino que también tiene su importancia la que hace de la gastronomía. Y es que Leo Caldas no es que sea un gran comilón, pero le gusta disfrutar de lo que la cocina gallega le ofrece, y de paso a nosotros se nos hará la boca agua imaginándonos los percebes, la sopa con almejas, las zamburiñas o el pulpo, entre otros, que se dispone a comer en algunos momentos, o esa mención especial a la lechuga gallega a la que tanto se ha aficionado Estévez.
Con todos estos mimbres y otros, como el sentido del humor que nos puede parecer tan alejado en este tipo de novelas, Domingo Villar consigue llevar adelante una trama bien tejida, bien urdida, que no deja nada al azar, ningún cabo suelto, que consigue sorprendernos una y otra vez, y, cuando parece que todo está a punto de concluir, da otra vuelta de tuerca para tirar de otro hilo que nos lleve a otra situación.
Al igual que en Ojos de Agua, Domingo Villar comienza cada capítulo con una palabra y sus definiciones según el diccionario, palabra que nos encontraremos después en algún punto del capítulo por ella encabezado, y dado que ha utilizado este esquema en sus dos novelas publicadas, me lleva a pensar que posiblemente lo volvamos a encontrar posteriores entregas protagonizadas por estos dos policías, como si de una seña de indentidad se tratase.
Con una prosa sencilla, unos capítulos nada extensos, una cantidad de diálogos en la proporción justa, y una historia y una trama que engancha desde el primer momento, nos encontramos con una novela que es un verdadero placer leer.
No hace falta ser un lince para darse cuenta que me ha gustado y mucho, la novela que he tenido en mis manos y que sin lugar a dudas recomiendo su lectura, porque además de entretenernos, nos hará disfrutar de una lectura de calidad.
FICHA DE LA NOVELA