La Plaza de la Trinidad

Por Vallisoletvm @vallisoletvm


Por Luis Carmelo Rincón

Esta plaza, hoy poco acogedora fue un día plaza de palacio, lugar de encuentro de nobles y paso de reinas, cuando los destinos del mundo se decidían en Valladolid. La hoy llamada Plaza de la Trinidad es uno de los rincones primeros de la ciudad, ligada a grandes glorias, como las cortes generales que se celebraban en el palacio del Conde de Benavente, pero también a grandes miserias, como la judería nueva, construída en sus aledaños para el “encerramiento de los judíos” y que ocupó el terreno del barrio de San Nicolás, tan cercano a ella.

De su primitiva denominación se sabe poco, más que nada porque el nombre de las calles y plazas era el que imponía el uso y la costumbre y no los regidores. Si hemos de fiarnos de ese buen sentido del pueblo llano que llamó Guadamacileros al lugar donde vivían y trabajaban los de este oficio y Tenerías a la ribera donde curtían sus pieles estos artesanos, lo lógico sería pensar que la única plazoleta que había a la entrada del Puente Mayor, fuera conocida como la plaza del puente, como se llamaba entonces la calle que de ella salía, la actual calle de Expósitos. Ese razonamiento nos llevaría a asegurar que posteriormente la plazuela sería llamada de San Quirce al instalarse en ella, buscando el abrigo de la población y huyendo de guerras y banderías, la comunidad de monjas que moraba allende el río, la segunda en antigüedad de Valladolid, sólo superada por la Huelgas, la fundación preferida de Doña María de Molina. Esa comunidad de religiosas cistercienses aún mantiene su presencia en la ciudad, pero ahora vive replegada, lejos de los fastos que acompañaban a los monarcas Carlos V, Felipe II, o Felipe III que apoyaron económicamente al monasterio y con el que se relacionaban a menudo. La esposa de este último, Margarita de Austria, realizaba frecuentes visitas a las monjas, entre las que habían entrado en religión señaladas damas de la nobleza.Ese trasiego nobiliario se debía a la cercanía del palacio del Conde de Benavente, en el otro lateral de la plaza. Con esta novedad, es fácil suponer que la plaza dejara de ser conocida como plazuela de San Quirce para ser denominada desde entonces Plazuela del Conde de Benavente, como ya consta en el plano de la ciudad de 1738.

Iglesia de San Nicolás

Tras los oropeles vino la decadencia. Dos incendios, en 1668 y 1716 redujeron considerablemente tan colosal fábrica. Este último fue especialmente dañino y murieron tres personas, sin que sirvieran de mucho las rogativas y procesiones de las comunidades religiosas vecinas, pues según cuenta Ventura Pérez “en más de un mes se hallaba lumbre entre las ruinas”.En 1789 la ya muy disminuida casa de los Benavente, que daba nombre a la plazuela, fue adquirida para hospicio. Con el cambio fueron picados los escudos de la familia que orlaban la entrada principal y así desaparece todo vestigio de una de las más influyentes sagas de la época. El nuevo uso del emblemático edificio arrastra también el cambio de denominación de la plaza, pues si el antiguo palacio se destina, desde principios del siglo XIX, a hospicio provincial, del Hospicio se llama desde entonces plazuela.No va a tener, no obstante mucha fortuna este nuevo apelativo, pues aunque el uso del edificio ha sido el de casa de acogida de huérfanos hasta hace pocos años, el nombre va a cambiar en 1863, cuando el Ayuntamiento de la ciudad acuerda que la Plazuela del Hospicio se llame desde entonces Plazuela de la Trinidad, por el convento de trinitarios descalzos que allí hubo.


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