Froilán de Lózar
Y es posible que mañana, la gran mayoría de los que viven bien, de los que vivimos, nos olvidemos del asunto, envenenados como estamos por tantas historias. Ahora resulta que los expertos ya lo habían advertido: "Vendrá un diluvio". ¿Y qué más da? ¿Vamos a pegarnos con lo que mande el cielo? El alcalde de Cerro de los Reyes, declaró que "las muertes podían haberse evitado". Hay que buscar culpables como sea y no rendirnos a esa vieja sintonía que nos aconseja no ir contra natura. Al río lo que es del río. No desarmarle como si de un puzzle se tratara, meterle entre cuatro tubos o habilitarle un camino distinto, porque, al final, como se dijo, como nos enseñaron en la escuela, el río vuelve a su cauce. A Yebra (Guadalajara), le tocó la tragedia hace 20 años (1995). La calle principal del pueblo se encontraba en una vaguada. Murieron 10 personas. ¿Cuántos Cerros de los Reyes, cuántos Yebras, cuántos Biescas quedan en España?
Una cruz sobre otra. Un río de barro que se adentra en el pueblo sigilosamente, de noche, y va empujando puertas, y va llenando las estancias, como si se estuviera repitiendo alguna de las plagas con las que Moisés, guiado por Dios, castigó a Egipto.
No hace falta mucha imaginación para situarse en el lugar, a esa hora en que mucha gente duerme, y otros muchos se olvidan de que viven en el paro sentados aquel año ante "La sonrisa del pelícano" o "Crónicas Marcianas". Ibarra, el presidente polémico, que siempre veía espinas en otros paladares, anunció: "algo aprenderemos de la tragedia".
Y sí, se nos cuaja en la garganta este modelo de resignación que ya arrastramos desde niños. Este país de expertos donde los hidrogeólogos te sugieren el modelo de vivienda y el lugar idóneo para enclavarla lejos de la tragedia; donde los periodistas te pintan sobre el papel las previsiones y donde los alcaldes ponen a Dios por testigo de la velada culpabilidad de los gobiernos.
Parecemos condenados al suceso. Dice Umbral que a los banqueros no les pilla. Nos cebamos en conclusiones y preguntas para después de la tragedia. "¿Y si hubiéramos ido...?¿Qué hubiera pasado si...?", sin darnos cuenta que tal historia es ya pasado, que veintitantas vidas se han quedado de repente en el lodo. Cuando llego a este punto siempre me acuerdo de José María, me refiero a "Peridis", que hablaba en Cervera de las raíces, de las casas, de las personas... Me acuerdo de la lucha titánica de los habitantes de Riaño, remisos a abandonar sus casas ante el ahogamiento de su pequeño pueblo. Cuesta mucho dejar el hogar donde has echado las raíces. Para muchos no es fácil cambiar el orden de su vida, aunque vivan sobre la boca del volcán. En algo tenía razón el presidente Ibarra: "No puedo levantar el teléfono y decirle a la policía que acote una calle".
Todos tratan de eludir responsabilidades, sobre todo cuando hay muertos. Y probablemente, si alguien las toma, será para enclavar una presa más grande por arriba, para desviar el río hacia otro sitio, para calmar a quienes lo han perdido todo. Los expertos aseguran que este tipo de cosas sólo pasan cada 100 años más o menos.
© Froilán de Lózar para Diario Palentino
De la sección "La Colmena", en Diario Palentino, 1995.
Cuaderno de @Froilán