Una creencia extendida, pera incorrecta, es que todos los arbustos deben someterse a una poda fuerte cada año. Muchas especies caducas y la mayoría de las persistentes, crecen satisfactoriamente y florecen de forma adecuada si tienen espacio para desarrollarse y si su suelo es fértil. En estos casos, es preferible no podar, porque puede producir un ejemplar feo y deforme, con pocas flores, e incluso ninguna.
Sin embargo, para ciertos grupos de arbustos, una poda correcta sí favorece la producción reguiar y abundante de flores, y el desarrollo de su follaje es vigoroso y sano. En estos casos, se procura disponer las ramas y la copa de modo tal que la luz penetre de la forma más uniforme posible en el interior de la planta, y así permitir que las hojas, yemas y flores se desarrollen en mejores condiciones, y los frutos alcancen las dimensiones deseadas.
El lugar del jardín que se elige para situar un arbusto influye en la poda que luego debe hacerse. Nunca hay que plantar un ejemplar que naturalmente alcanza gran tamaño en un lugar donde el espacio es limitado; de esta forma evitamos que se deba restringir su crecimiento constantemente. El resultado sería una planta de aspecto poco agradable, con gran cantidad de vegetación y posiblemente sin flores.
Existen algunos factores importantes que debemos tener en cuenta cuando vamos a podar: el tipo de follaje y su permanencia (si es caduco o persistente), la disposición del ramaje, la silueta, la época de floración y de fructificación. Además, conviene considerar el crecimiento, el vigor y la rusticidad de las plantas, su edad y estado sanitario, así como también las condiciones ambientales del lugar (el suelo, el clima y la exposición).
Existen básicamente dos momentos en el año para realizar la poda:
• Otoño-invierno, para las especies caducifolias y las que florecen en la primavera.
• En la primavera, después de la brotación, para las especies caducifolias que florecen en el invierno.