La poesía del viaje : Robert Walser

Por Pablosolorzano

En el DÍA DE LA POESIA... La dicha de ser un hombre racional y ponderado, de sentimientos simples, es algo que ve precipitarse, deshecho en mil fragmentos, por la pendiente desmoronada de su vida, como rocalla que se estrellara y rebotara estrepitosamente en su caída. Y encima él colabora, es algo ya decidido; quiere entregarse por entero a la mala estrella de los poetas: lo mejor será encaminarme a mi perdición lo más rápidamente posible. KLEIST EN THUN Una mañana, hasta donde recuerdo, hallándome a mitad de una suave cuesta, bajo unas encinas, me puse a contemplar un adorable pueblecito perdido entre el bosque y la montaña, que brillaba a mis pies bañado en la hermosísima, cálida y benévola luz de una mañana estival. ¡Qué alegría tan sana y buena procura el vagabundear! Solo las alegrías inocentes son verdaderas.  EXCURSION En Munich había conocido bastante bien a varias personalidades literarias de categoría, pero las reuniones artísticas y literarias me habían provocado sensaciones extrañas y opresivas [… ] Todo comportamiento impecable, perfecto, intachable o elegante solo me infundía pesar y una especie de temor. ¡Gran Dios todopoderoso y bueno: qué hermoso es caminar en verano por tu cálida, ancha y tranquila tierra, con la sed y el hambre honestamente unidos a todo aquello! Todo tan calmo y luminoso, y el mundo tan vasto. WÜRZBURG  “Es imposible, Hölderlin”, le dijo un día la señora de la casa, “y lo que tú quieres es inconcebible. Todo cuanto piensas va siempre más allá de lo conveniente y posible, y todo cuanto dices desgarra lo alcanzable. No quieres ni puedes vivir bien. El bienestar te resulta demasiado pequeño, y la paz dentro de la limitación, demasiado ordinaria. Todo es y se vuelve para ti un abismo, una infinitud. El mundo y tú son un mar.” HÖLDERLIN Deberíamos aprender si quiera a entender a nuestro prójimo, ya que somos incapaces de impedir su desventura, su oprobio, su dolor, su debilidad y su muerte. FRAU WILKE Vida de Poeta, Robert Walser. Editorial Alfaguara, 1992. Traducción de Juan José del Solar.

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