La polémica de los árbitros

Publicado el 11 febrero 2010 por Falcaide @falcaide
Nihil novum sub sole, o lo que es lo mismo, nada nuevo bajo el sol. La polémica es la salsa del fútbol, y los árbitros su condimento perfecto. Siempre están ahí como recurso cuando la cosa se pone sosa. En las últimas noticias los árbitros han vuelto a ser noticia, y como siempre, por temas polémicos.
En el fútbol profesional –probablemente no sea así en cualquier otro deporte– caracterizado por marcadores ajustados, los errores arbitrales son casi siempre determinantes en del resultado final del partido, lo que alimenta la comidilla del debate durante y después del partido. Esto no ocurre por ejemplo, en el baloncesto, donde la equivocación al pitar una falta o una canasta no suele tener una incidencia determinante en el marcador final; o en el tenis, sobre si una bola entró o no entró; o en el balonmano, sobre el pasivo pitado; y, en general, en el resto de las competiciones deportivas.
En alguna ocasión se ha dicho que “hablar de fútbol y no hablar del árbitro es tan difícil como contar el cuento de caperucita roja y no hacer alusión al lobo feroz”. Esta responsabilidad del señor colegiado sobre el marcador ayuda a descargar culpabilidades cuando es el equipo propio el que no gana y fomenta la tertulia. Pase lo que pase, el árbitro –enemigo de todos– es cabeza de turco. El diario The Observer dijo en una ocasión: “Nadie ama a los árbitros excepto las esposas de los árbitros”. Los perjudicados se defienden como pueden. El italiano Pierluigi Collina decía: “El fútbol no es un juego perfecto. No comprendo por qué se quiere que el árbitro lo sea”. Para algunos “el árbitro perfecto debería tener seis ojos, cuatro pulmones, media boca y cero corazón” (Camilo José Cela).
La moviola es un ingrediente esencial a lo que es este deporte y casi nunca existe unanimidad en el diagnóstico. La repetición; la repetición de la repetición después; el resumen del partido más tarde; los programas radiofónicos del día siguiente, son excusa perfecta para debatir y explicar el porqué de un resultado y no otro.
¿A qué se debe este interés por la polémica?
Algunas razones tiene que ver con la época de la dictadura. En un contexto social en el que casi todo estaba censurado, el fútbol actuó de válvula de escape. Los ciudadanos no podían charlar de temas políticos ni criticar al régimen por lo que el balompié ayudó a desviar la atención sobre estos asuntos que no interesaba que estuviesen en boca de la gente y se convirtió en un vehículo ideal a través del cual canalizar las diferencias de pensamiento. A ello contribuyeron en gran medida los medios de comunicación. La prensa permitió cubrir ese hueco, con lo cual los ciudadanos ya tenían un tema para discutir, criticar y con qué conversar sin ningún temor de represión del régimen político.
Esta idea también aparece recogida en el libro Fútbol y franquismo (1987) de Duncan Shaw: “El carácter sumamente tedioso de la prensa no deportiva, rígidamente y a veces brutalmente censurada por el Ministro de Información y Turismo, hizo que la mayoría de los directores se concentrasen en los problemas extranjeros más que en los internos, y aumentasen la información deportiva, sabiendo que ésta era la manera de mantener feliz al censor. Pude afirmarse con seguridad que, pese a esta vasta información deportiva en los diarios serios, muchos miles de entusiastas tibios del deporte eran llevados a leer uno de los diarios deportivos a causa del persistente triunfalismo político y la trivialidad de los periódicos no deportivos”.
Ya sabemos, como publicamos en otro post aquí titulado "Las leyes del fútbol", las explicaciones más habituales para explicar una derrota en orden ascendente son:
1) El árbitro.
2) La mala suerte.
3) El campo.
4) Las lesiones.
5) El calendario apretado.
6) El juego violento del rival.
7) Nos confiamos.
8) Los muchachos no aplicaron mis instrucciones.
9) Ellos fueron mejores.
10) Me equivoqué.
11) Si todo lo anterior falla: el fútbol es así.