La poligamia —el hecho de que uno de los cónyuges de un matrimonio tenga otros matrimonios simultáneamente— es uno de los aspectos centrales de la visión estereotipada que desde Occidente tenemos del mundo araboislámico. ¿Cómo se vive este fenómeno en realidad? Explicamos sus orígenes y situación actual.
El rumor suave del agua que mana de la fuente se mezcla con el tañer de un laúd. Un dulzón aroma a sándalo y jazmín inunda un espacio fresco decorado de plantas y tapices y lleno de mujeres hermosas, seguramente desnudas…, que están recluidas para disfrute personal del sultán.
Espero que estén imaginando un harén otomano. Porque, influidos por lo que Edward Said llamó orientalismo, es decir, por la obra de tantos y tantos escritores, pintores y otros artistas que nos legaron su visión sobre el mundo musulmán, creemos que la realidad se dibuja como un cuadro de Gérôme o Delacroix, o un fragmento del libertino Flaubert.
En el mejor de los casos, algunos de estos artistas llegaron a viajar por los modernos Egipto, Palestina o Turquía, pero casi siempre trabajaban de oídas sin salir de Europa, tergiversando y cargando de fantasía los relatos que venían de Estambul, Damasco y el resto de urbes del Mediterráneo oriental. Y es seguro que ninguno vio un harén por dentro, donde el acceso estaba prohibido a hombres más allá de los eunucos guardianes y el propio sultán.
Es por esto que nuestra visión occidental del matrimonio y el sexo en lo que consideramos que es Oriente tiene mucho que ver con la fantasía de un harén, un baño turco, una relación polígama…, en fin, con la idea del hombre poderoso que tiene a su merced a tantas mujeres como desea. Una visión condicionada por nuestro notable desconocimiento de la cultura islámica y por ese halo de misterio, asombro y exotismo que en nada se parece ya a la realidad.
“Usted en realidad se refiere a poliginia”
La poligamia es una palabra que deriva del griego y es definida por la RAE como el ‘Régimen familiar en que se permite, generalmente al varón, la pluralidad de cónyuges’. Esta definición se completa con las de las siguientes palabras: poliandria y poliginia, que se refieren respectivamente al estado de la mujer casada con varios varones y al del varón casado con varias mujeres.
Cuando el lector se interesó por este artículo, estaba probablemente esperando encontrar información sobre el hecho —del que se dará debida explicación más adelante— de que en el mundo araboislámico se den familias compuestas de un varón casado con varias mujeres; nos referimos, pues, a las poblaciones musulmanas de composición étnica árabe en países del norte de África y Oriente Próximo.
Es por esto que deberíamos y en adelante nos referiremos únicamente a poliginia, pues usar poligamia sería impreciso y la poliandria no solo no existe en estos países, sino que es muy infrecuente en todo el mundo. Según el Atlas Etnográfico, de entre 1231 culturas registradas a nivel mundial, 588 practican la poliginia de distintas maneras, mientras que la poliandria solo se practica en cuatro.
Origen histórico-teológico
La batalla de Uhud
23 de marzo del 625, Arabia. Hace tres años que Mahoma huyó de su ciudad natal, la Meca —acontecimiento conocido como la Hégira, fecha que da inicio al calendario musulmán— hacia Medina, adonde llegó para predicar su nueva fe, reorganizar sus fuerzas y expandir el islam hasta la Meca y más allá.
Hoy Mahoma es el profeta de los musulmanes, un credo nuevo que suma adeptos cada día; y un líder militar, general de los ejércitos que combaten bajo la bandera de Alá para defender su fe. Su creciente poder y sus ansias de expansión lo llevarán a enfrentarse a las tribus de Arabia, incluida la de los quraysh o coraichitas de la Meca, de donde procede el mismo Mahoma.
Los musulmanes, henchidos de confianza en su dios, guerrean y consiguen aplastantes victorias…, pero Alá no siempre ayuda, y hoy los musulmanes perderán frente a los coraichitas la que se conoce como la batalla de Uhud, una de las mayores derrotas de los primeros años de expansión del islam.
El islam: agente legislador
La religión islámica se caracteriza por un claro interés en influir en la esfera pública, dando mucha importancia al colectivo frente al individuo e interviniendo en aspectos de la vida privada. Preceptos en principio teológicos acaban por constituir leyes —la sharía—, inundando el Corán y el resto de textos sagrados del islam.
Es por esto que podríamos decir que Mahoma fue también un legislador. Muchas de las leyes que promulgó a través de la revelación —como cualquier otra obra legislativa, y más en un sistema en creación como era el islam primigenio— se inspiran en la experiencia previa o surgen de la necesidad de regular un vacío, integrando multitud de ingredientes de la sociedad árabe de la época.
De aquí vienen aspectos como el marcado patriarcalismo, el gregarismo o la disciplina interna características del islam; también la reclusión de la vida sexual al discreto ámbito doméstico, donde se aúnan dinámicas sociales del mundo árabe de la época de Mahoma, como la reafirmación viril o la protección de la mujer en un contexto de guerra constante.
Justificadas por un revestimiento de carácter sagrado, las normas que se introdujeron en el proceso de revelación del Corán acabarían definiendo aspectos públicos y privados de la vida de los musulmanes desde entonces.
La poliginia es un ejemplo perfecto. Además de existir en Arabia ya desde tiempos preislámicos, se hizo necesario regularla después de derrotas como la de Uhud, momento que se ha considerado como determinante en este aspecto. En una sociedad guerrera como aquella, multitud de hombres morían dejando esposas viudas y huérfanos.
Era, pues, común que un hombre ya casado se casara de nuevo con viudas, en principio para protegerlas después de la muerte del primer marido, aunque frecuentemente también con el objetivo velado de gozar de los bienes que los huérfanos habrían de heredar (véase sura 4.2 sobre este tema aquí). La poliginia era una respuesta social a la crisis y su perversión hacía necesaria una regulación que el islam, en su empresa legisladora de la moral, se encargó de llevar a cabo.
“¿Quiere Alá que tengamos varias mujeres?”
Poliginia en el Corán
Enmarcada en la visión mercantilista del matrimonio que tiene el islam, la poliginia no solo no es obligatoria, sino que tampoco es exigible a ninguna mujer. Al contrario que el cristianismo, que ve el matrimonio como un sacramento sagrado, para el islam la unión de los cónyuges se considera como un contrato, un acuerdo legal entre dos personas.
En él se especifican las condiciones que los casados habrán de respetar —incluido si el marido tiene derecho a unirse a otras mujeres— y el divorcio es habitual en el islam y está regulado desde sus orígenes. El islam es, pues, un sistema que ya desde el siglo VII reconoce a la mujer como sujeto legal independiente.
Dentro del Corán, es la aleya 3 de la sura 4, revelada tras el desastre de Uhud —y que reproducimos a continuación en la traducción de Julio Cortés—, la que constituye la principal referencia a la poliginia:
4.3: Si teméis no ser equitativos con los huérfanos, entonces, casaos con las mujeres que os gusten: dos, tres o cuatro. Pero, si teméis no obrar con justicia, entonces con una sola o con vuestras esclavas. Así, evitaréis mejor el obrar mal.
Es por ella que se permite un máximo de cuatro mujeres, siempre que se las pueda mantener a ellas y a sus hijos, aunque también se establece un principio básico: el de la justicia y equidad que el marido debe practicar para con ellas en el plano económico e incluso afectivo. Es tan importante este principio que lleva hasta el extremo de cuestionar la misma idea de la poliginia en la siguiente aleya:
4.129: No podréis ser justos con vuestras mujeres, aun si lo deseáis. No seáis, pues, tan parciales que dejéis a una de ellas como en suspenso.
Dado que, siempre según teólogos musulmanes, parece imposible que el ser humano pueda amar por igual a dos personas, la poliginia está condenada a fracasar de origen y, por lo tanto, algunas voces dentro del islam defienden que no es deseable practicarla; solo en circunstancias infrecuentes y trágicas como la de la muerte del primer marido estaría justificada. La dimensión moral, proveniente de este deseo de protección de las viudas y huérfanos del islam primigenio, es evidente.
Discurso teológico tradicional
Después de siglos de discusión teológica, hay distintas corrientes que van desde defender la absoluta libertad del varón hasta la que entiende que lo deseable es la monogamia y que la poliginia debería evitarse en lo posible.
Sin embargo, la idea coránica original se ha ido pervirtiendo, queriendo intentar justificar el dominio del hombre sobre la mujer sobre la base de argumentos falaces. Fruto de la pesimista visión que el islam tiene del ser humano, se presenta al hombre como un animal sexual víctima de las tentaciones pecaminosas de la mujer, que es incapaz de gobernarse a sí misma, pero sí de alejar al hombre del buen camino de Alá.
Además se pretende, a pesar de no haber ninguna base científica para ello, que la mujer tiene menos apetito sexual que el hombre, por lo que en teoría este quedará insatisfecho, cuando la lógica es la contraria: son los condicionamientos sociales que sufre la mujer musulmana los que la impiden llevar una vida sexual más activa.
Por otro lado, usando una irreal estadística por la que hay más mujeres que hombres en el mundo, se hace un simple razonamiento: si no se practicara la poliginia, habría muchas mujeres que nunca se casarían y, consecuentemente, acabarían descontroladas y llevando una “vida penosa”, conocerían y tendrían hijos de varios hombres y estarían así destinadas a “finales trágicos”, constituyendo, además, una tentación para los hombres casados. La homosexualidad, una desviación desde el punto de vista islámico, reduce el número de hombres en relación al de mujeres, “incrementando más el problema”.
De todo ello se extrae que la poliginia ofrece, según los teólogos musulmanes, un marco regulador que preserva mejor el bienestar social perseguido en el islam. De no permitirse, la existencia de mujeres solteras traería graves problemas al mundo islámico.
En primer lugar, pondría en riesgo el sistema familiar de descendencia a través del varón: ¿cómo —defienden— se sabría de quién es el hijo y a quién corresponde la herencia si la mujer tuviera relaciones con varios hombres? Pero, sobre todo, introduciría una peligrosa amenaza a la moralidad y el orden públicos: el hombre, que, de nuevo según esta visión, estará sexualmente insatisfecho con una sola mujer, buscará a otras mujeres fuera de su casa, cometiendo así adulterio, un grave pecado en el islam.
La censura moral es completa cuando se compara la solución musulmana a cómo son las cosas en Occidente, donde los hombres mantienen de igual manera relaciones con otras mujeres —probándose, a los ojos de los defensores de la poliginia, sus tesis—, pero de forma deshonesta y de espaldas a su mujer legítima.
Un debate en la red
Este andamiaje de argumentos se completa con otros de tipo sanitario que tienen que ver con el aspecto de la fecundidad. Se expone que, mientras que el desempeño sexual del hombre no decae hasta que es anciano, la vida fértil de la mujer es mucho más corta, por lo que no tendría tanto tiempo de tener hijos, en el caso de que pueda hacerlo.
La adopción no es una práctica común en el islam y los métodos de fecundación artificial están prohibidos o, al menos, reservados para situaciones muy extremas, dicen los teólogos. La poliginia es, pues, una solución válida a sus ojos para asegurar la continuidad de la familia.
Todo este debate está muy presente en la red y es accesible al lector en blogs como los que se enlazaban más arriba. Estas páginas tienen por objetivo despejar dudas en torno al islam —a propios y a extraños—, así como convencer a los críticos. Es por esto que se enfocan mucho en los lectores occidentales —mayoritariamente cristianos o ateos— y, en el caso de la poliginia, se usa la misma Biblia como herramienta de debate, acudiendo a los muchos casos en los que personajes bíblicos relevantes la practican. Ejemplos famosos serían Abraham, Jacob, David o Salomón.
La poliginia hoy
Realidad social
Pero, entonces, ¿cómo se vive la poliginia hoy? ¿Acaso es común su práctica, la ambicionan todos los hombres? A pesar de que es difícil acceder a estadísticas actualizadas sobre este tema, podemos asegurar que la tan manida imagen del hombre arabomusulmán con varias mujeres se aleja mucho de la realidad.
El porcentaje de hombres con múltiples matrimonios no suele superar el 5% en ningún país árabe, excepto en las conservadoras monarquías del Golfo, y por lo general la tendencia es a la baja. Por otro lado, más del 90% de estos matrimonios son con dos mujeres, mientras que tener tres es muy infrecuente y los hombres con cuatro mujeres son menos del 1% de todos los que practican la poliginia.
Ciertamente, mantener más de una familia resultaría caro, por lo que los matrimonios con tres o cuatro mujeres se tratan frecuentemente del caprichoso deseo de alguien suficientemente rico. Los casos más frecuentes se dan en áreas rurales más tradicionales y tienen que ver con el anciano que toma por segunda esposa a una mujer joven que ayude al envejecido matrimonio con el trabajo en el campo o en la casa. También es frecuente quien se casa con la mujer de su hermano muerto para evitar así que su cuñada y sobrinos se encuentren en una situación de inseguridad.
Otros casos incluyen el del matrimonio que no puede tener hijos —no parece que se contemple la posibilidad de que la infertilidad sea la del hombre— y líderes tribales que buscan alianzas políticas.
Legislación
Los países árabes han trabajado en la regulación de la poliginia, que a día de hoy es legal en casi toda África y el sur de Asia. A pesar de que cada legislación nacional es distinta, lo habitual es que un juez tenga que comprobar que existe una razón suficiente para permitir el matrimonio. Razones válidas son la probada infertilidad de la mujer, por ejemplo. En Iraq, en tiempos de la larga guerra con Irán, se introdujo como motivo válido que la segunda mujer pretendida sea viuda.
Además, el juez debe comprobar que las dos mujeres (la primera esposa y la que quiere ser la segunda) saben de la existencia de la otra y que la primera consiente en que su marido se case por segunda vez, así como que no hay temor de que se vaya a cometer injusticia con ellas y que el marido tenga suficientes ingresos para las dos.
Túnez es el único país de su órbita que ha ilegalizado la poliginia, una excepción en la región desde 1956, cuando el presidente Burguiba declaró convencido que a esas alturas de la Historia no solo era inadmisible, sino que resultaba injustificable para alguien racional.
“Estas alturas de la Historia…”
Hoy la poliginia se critica cada día más en países musulmanes desde Indonesia hasta el Atlántico, incluido el Golfo, y parece que los jóvenes se entusiasman menos por la idea. Sin embargo, desde las revueltas árabes de 2011,con el auge del islamismo que trajeron, las tesis tradicionalistas están volviendo a ganar peso.
Mientras, a través de la inmigración musulmana magrebí y de Asia central que llega a Europa, en países como Francia se están encontrando casos de matrimonios múltiples, que, a pesar de ser ilegales, se validan a nivel religioso y existen en la sombra.
Lo cierto es que la poliginia forma parte de la cultura araboislámica desde sus inicios, y no parece que vaya a desaparecer muy pronto. Es, junto con otros casos paradigmáticos, como el uso del velo en las mujeres, un aspecto de su mundo que en Occidente no se entiende bien, condicionados por el relato orientalista y la fantasía de las Mil y una noches. Una brecha más entre dos culturas que deberían hacer un esfuerzo por acercarse, más ahora que los extremismos trabajan por lo contrario.