No mentimos ni exageramos, nos quedamos muy cortitos en nuestras críticas políticas para lo que se merece nuestra clase política dirigente, y todo ello, porque antes que nada, nos consideramos y tenemos voluntad para ser libres pensantes, e independientes de toda ideología o siglas políticas. Nadie nos paga, ni nadie nos subvencionan y mucho menos nos dejamos influenciar, por noticias, informaciones, o embaucadores de los políticamente correcto, o por intereses espurios.Somos respetuosos con todas las ideas, creencias y opiniones políticas, aunque a veces no las podamos compartir ni asumir.
La grandeza de la democracia se basa en el respeto mutuo, la libertad y tolerancia, y nunca por la fuerza, ni la imposición o los embaucamientos para sostener en modo alguno, la convivencia en paz. La búsqueda de la verdad, debe ser el mejor espíritu y referente de todo buen demócrata.
Por lo tanto antes que ser de izquierda, derecha o centro, hay que intentar y poner voluntad para ser demócrata, con objetivos y finalidades de hacer un mundo mejor, donde las libertades, la democracia, la Justicia, derechos obligaciones y deberes, sean valores recíprocos y convergentes en las relaciones humanas y en las sociedades y tiempos que nos ha tocado vivir, en la esperanza de ir superando obstáculos, para dejar a nuestros descendientes, un planeta más habitable de convivencia pacífica digno de nuestra especie.
Desde la revolución francesa, pasamos de ser súbditos y plebeyos a ser ciudadanos de plenos derechos en libertad. La democracia sigue siendo hasta hoy, el menos malo de los sistemas políticos, mientras todos los ciudadanos seamos conscientes y responsables para mantenerla, desde las mejores voluntades y predisposiciones que redunden en las mayorías incluidos los respetos a las minorías.
La decencia y dignidad de vivir sencillamente para que otros puedan vivir con sencillez, son sagrados valores y virtudes de la cultura cristianas que a todas luces ha venido perdiendo sus esencias más fundamentales.
Hemos creado una sociedad de méritos, sacrificios y esfuerzos, pero sin embargo, hemos olvidado a los que nacieron sin talentos, torpes, débiles incapacitados y desfavorecidos. La sabiduría y el conocimiento no debe ser aprovechado, por quienes los ostentan para castigar y condenar más aún, a los ignorantes, pobres e indefensos, sin ninguna posibilidad y/u otras oportunidades. Sino de ponerla al servicio de la humanidad, para seguir construyendo un mundo mejor mucho más fraterno y solidario.
Es paradójico y sorprendente observar, los abusos y atropellos, de quienes ostentando poderes económicos y políticos y presumiendo de ello, sean incapaces por egoísmo y maldad, o pusilanimidad, compartir con sus semejantes, sus dotes, valores capacidades y materialismos, en definitiva compartir los ideales y valores de la solidaridad, comprensión, bondad y generosidad humana.
Seguimos creyendo que la ostentación de poderes y riquezas, son méritos individuales, conseguidos con esfuerzos y sacrificios. Y posiblemente sea verdad, a niveles, según contextos, ubicaciones y circunstancias. Pero también es cierto, que existen ricos porque existen demasiados pobres. No estamos en contra de que existan riquezas, agraciados y poderosos, de lo que estamos en contra es que existan muchos más parias, pobres, y desfavorecidos abandonados a su suerte, o al albur de la providencia.
Nuestros dirigentes de unos u otros signos, en sus ambiciones osadías y descaros, por conseguir poderes y riquezas, han ignorado y emponzoñado con vil desprecio, que la humanidad se construye desde la solidaridad con leyes justas y ecuánimes en derecho, pero también con más libertad, y respeto, mejor democracia y convivencia en paz.
Es inconcebible tantas aberrantes desigualdades, como es inadmisibles tantos y crueles egoísmos materialistas, a pesar de nuestra evolución en los tiempos como especie racional pensante. Y mientras no seamos capaces de superar egoísmos y conquistar, más justicia, más libertad, más igualdad y fraternidad, seguiremos fracasando como condición humana, socavando nuestra propia exterminación y extinción, en el inmenso e infinito universo en el cual cabemos todos, posibilitando la imperiosa necesidad de ir avanzando en su descubrimiento, en pos por conseguir lo mejor de nosotros mismos.
Somos conscientes, que soñar con cosas imposibles se llama utopía; luchar por objetivos no sólo alcanzables, sino imprescindibles para la supervivencia en paz, felicidad y prosperidad de nuestra nación, se llama realismo. Sería erróneo suponer que tal objetivo obedecería simplemente a motivaciones ideológicas. Se trata de algo que va más allá de nobles y muy justificables sentimientos de justicia y profundos deseos de que todos los ciudadanos españoles, puedan alcanzar una vida digna y libre; se trata de nuestra supervivencia como pueblo y el reconocimiento que merecen todos nuestros compatriotas.
Nada ni nadie, podrán impedirnos nuestros derechos a la prosperidad y felicidad individual y colectiva. El Estado y la nación, somos todos los ciudadanos sin exclusión, como únicos, y exclusivos dueños de nuestro presente y devenir. De ninguna manera ni en modo alguno, podemos seguir permitiendo, que oligarquías, partidos, grupos, clanes, y poderes con intereses materialistas de todo tipo, incluido el mediático, puedan seguir manipulandonos, con ideas caducas y caprichos leguleyos, a sus antojos, o con leyes y normas, que subyugan pisotean y someten al Derecho Natural Positivo, como formas de dominio para imponer unilateralmente las directrices que más les convienen a sus intereses privados y públicos.
La ausencia del mejor filantropismo ha venido constituyendo en las últimas décadas, retrocesos que afectan y atentan, a los más puros y nobles sentimientos del género humano. Somos por encima de cualquier consideración, personas y ciudadanos decentes, con libre albedrío para pensar y reflexionar, que ningún poder es elegido, si no es por la voluntad libre y mayoritaria de todos los ciudadanos.
Ángel Rodríguez Andrade