La popularidad del radio y sus productos cotidianos

Publicado el 03 diciembre 2017 por Tdi @RLIBlog

En este blog, hemos visto relojes con radio, bebidas energéticas de radio, depilación por rayos X y, en el grupo de Facebook, unos condones con radio. Todos abarcan la primera mitad del siglo XX, coincidiendo con el descubrimiento de los rayos X por Röntgen en 1895, la radioactividad en 1896 por Becquerel y del radio por el matrimonio Curie en 1898. El desarrollo de todas las historias es siempre el mismo: éxito durante años y prohibición posterior a los efectos a largo plazo. A pesar de todo, siempre sorprende la ubicuidad de este elemento.
Apenas unos años después de su descubrimiento, en 1904, Émile Armet de Lisle crea una fábrica en Nogent-sur-Marne, Isla de Francia, para producir sales de radio y otras sustancias radioactivas. Además, fundó la revista Le Radium, dirigida por el ingeniero Henri Farjas, dedicada al novedoso elemento. Durante 6 meses, estuvo dirigida a todos los públicos, pero tras ese periodo, se enfocó en el público científico. En este mismo año se publicaron obras para legos, como Les applications médicales du radium, de Foveau de Courmelles. Entre 1903 y 1905 se publicaron numerosas obras científicas y divulgativas del elemento en Francia, Reino Unido, Alemania y los Estados Unidos. En este último, el Times había publicado una media de 78 artículos sobre el radio por año entre 1903 y 1906.


Su popularidad era tal que inspiró "el baile del radio" de Loie Fuller, quien bailó con movimientos serpentinos y efectos de luces ante el matrimonio Curie en París. Este baile de luces cruzó el charco e interpretándose en ciudades como Nueva Orleans, Atlanta o Londres. En el musical de Broadway Piff, Paff, Pouf, Jean Schwartz compuso la pieza incrustada arriba. Aunque ocasionalmente se atribuía a la sales de radio los efectos lumínicos, la realidad es que eran demasiado escasas y caras para estos usos.


Las aplicaciones médicas no tardaron en llegar. Otto Walkhoff observó los primeros efectos fisiológicos del radio en el 1900. Un año después, Henri Becquerel se colocó un tubo de rado en el bolsillo del chaleco durante varias horas. Una o dos semanas después, la piel inferior mostraba una grave inflamación. El dermatólogo Ernest Besnier opinó que se debía al radio, siendo confirmado por Curie. Besnier sugirió que podría usarse como terapia al igual que los rayos X y los rayos ultravioleta. Becquerel ofreció radio a Henri-Alexandre Danlos del hospital St-Louis en París ese mismo año. Danlos trató varios casos de lupus con una mezcla de radio y cloruro de bario. Se hicieron más ensayos con la radioterapia, pero a un ritmo más lento que con los rayos X por la dificultad y costo para obtenerlos.
Además del libro de Foveau de Courmelles, la revista Le radium ya publicó varios usos, como la insensibilización para neuralgias (L'insensibilisation par le radium, Le radium, nº3, marzo 1904) o inhalaciones para afecciones de laringe y pulmones, inyecciones subcutáneas o venosas, o la absorción de polvos ( Les applications médicales du radium, Le radium, nº5, mayo 1905).
Las utilidades del radio no tenían límites: proporcionaban vigor, curaban la artritis, rejuvenecían, eliminaban las enfermedades mentales, la gota, el lumbago, la ciática, la diabetes o la hipertensión. Se basaban en la llamada hormesis por radiación, que suponía que existían mecanismos biológicos de reparación que el cuerpo solo activaba ante una dosis baja de radiación ionizante.

El descubridor del electrón, J. J. Thomson, escribe en 1903 una carta a la revista Nature detallando su hallazgo de radioactividad en el agua de pozo, encontrándose poco después que la mayoría de los balnearios más famosos también lo eran. Esta se debía a la emanación de radio producida por el radio presente en el suelo por el que fluía el agua.

Desde 1906, se abren balnearios de radón, como los de Jáchymov, actual República Checa, de donde Marie Curie extrajo la pechblenda en la que descubrió el radio. Sin embargo, ya se usaban este tipo de balnearios mucho antes. Paracelso ya describió las aguas termales de Bad Gastein, Austria, donde Marie Curie y Heinrich Mache descubrieron radón. En el onsen japonés de Misasa, Tottori, también hay manantiales ricos en radio. No son lugares únicos en el mundo. Asímismo, la mayoría promueve terapias con sus aguas. En Bad Brambach, Alemania, las ofrecen para beber, mientras en Gasteiner-Heilstollen, Austria; Świeradów-Zdrój, Czerniawa-Zdrój, Kowary y Lądek Zdrój en Polonia; Harghita Băi en Rumanía y el Boulder, Estados Unidos, fomentan la terapia de inhalación. Las minas de Basin, Montana, Estados Unidos, se usan igualmente. Estas actividades continúan actualmente.

El aislamiento del radio puro en 1910 llevó a su explotación comercial en 1913. De esta manera, si no se podía acudir a uno de estos balnearios o minas, se tenía la opción de consumir el agua radioactiva en su propio hogar. También se usaban sales radio en el agua de baño, ya que la radioactividad de esta sería permanente. Aunque los médicos advertían que tenían dosis demasiado bajas para tener éxito. Se creía que las dosis altas no causaban daños, sino que los depósitos radioactivos se absorbían y se excretaban en tres horas.

Los dispensadores de agua irradiada comenzaron vendiéndose a hospitales, universidades y a investigadores independientes. También las ofrecían bajo prescripción médica, garantizando la fuerza del radio en cada dosis. El problema vino con los imitadores, como el revigator, un recipiente hecho de mineral con radón que se basaba en que el radón se disolvería por la noche en el agua almacenada en él. Recomendaban 6 o más vasos diarios. Temiendo que los charlatanes se aprovecharan de la gente, la Asociación Médica Americana (AMA) estableció que estos dispositivos debían generar más de 2 microcurios (74 kilobequerel) de radón por litro de agua al día para ser aprobados. La mayoría no cumplió las demandas.

En este momento entran en acción productos como Radithor, pasta de dientes radioactivas Doramad (el torio blanqueaba los dientes al matar a las bacterias bucales), supositorios Vita Radium, crema facial Revigorette o Tho-radia, pan en Jáchymov, una especie de gafas opacas, multitud de almohadillas, barbuquejos de caucho radioactivo, paños de cocina, almohadas, el dispositivo
Toftness para quiroprácticos, entre otros muchos y variados productos.

La prohibición de estos productos tardó en llegar. En los Estados Unidos, el senador de California John D. Works citó en 1915 cartas de médicos preguntando sobre la efectividad de estos productos. Subrayaba que la radiación empeoraba muchos cánceres, tachando de engaño la creencia de que el rado podía curar los cánceres en la etapa de desarrollo, mencionando que uno de los médicos citaba una tasa de éxito de 1 de 100, además de que los efectos del agua con radio no estaban demostrados.

En la siguiente década comienzan los efectos sobre las chicas del radio, enlazada al principio, y la muerte de Eben Byers por el Radithor, enlazada junto a la anterior. Surgieron más casos de desarrollo de carcinoma por personas que habían usado terapia con radio, incluso 40 años después de su aplicación. Robley D. Evans midió por primera vez el radón exhalado y la excreción de radio de un pintor de diales en 1933. realizó en el MIT las mediciones en 27 pintores de diales. El Instituto Nacional de Normas y Tecnología usó los datos en 1941 para establecer el nivel de tolerancia para el radio de 0,1 μCi (3.7 kBq).


En la década de los años 30 comienzan las prohibiciones, así como un mayor control en la radioterapia. Sin embargo, durante décadas continuaron vendiendose productos con radio, como las tarjetas de tabaco Nico Clean, importadas de Japón a Estados Unidos en los años 60, u otros productos que siguen vendiéndose en el siglo XXI.

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