Somos testigos de cómo el poder real ha ganado en todos los frentes y ha devorado al poder político. Hoy que hablamos tanto del posmodernismo y de la posverdad; el abandono de las promesas centrales del "libertario" plantea un escenario muy distinto al imaginado la noche del balotaje, y la Argentina se convierte en un gran laboratorio político donde un demente es elegido -para que no haga lo que prometió-, y en su gabinete pone a la casta que prometió combatiría. Con nombres como "Toto" Caputo, Patricia
Bullrich, Nicolás Posse y tantos otros de la era macrista y menemista, queda en claro que
la denominada "casta" es una de las patas más importantes del nuevo gobierno, asumiendo en la co-presidencia un tal Mauricio Macri, poniendo la corrupción financiera al poder 100% garantizada. Si lo que viene es la continuidad Macri, de Menem y de la junta militar, si el Estado no planifica el futuro, ya que lo harán los grupos financieros... ¿Cómo vamos a esperar resultados diferentes repitiendo siempre lo mismo?
"Milei está desnudo, podría gritar cualquier chico que este domingo se acerque al Congreso para ver el despojado debut del que se autodenomina “el primer presidente libertario de la historia mundial”. Abandonados la dolarización, la voladura del Banco Central, la inmediata apertura del cepo, la ruptura con China y Brasil y el repudio a la casta, poco queda de aquellos vestidos tan mágicos como extravagantes con que supo conquistar la imaginación de tantos argentinos".
"La palabra libertad, si no se le añade para qué, es una palabra sin contenido y hoy día, por obra del liberalismo, la más asquerosamente ambigua que existe. (...) Es una bobada filosófica: la libertad no es propiamente un movimiento, sino un poder moverse solamente y en el moverse lo que importa es el Hacia Dónde".
Leonardo CastellaniSófocles, Edipo rey. (Coro: Estrofa segunda).
El señor Milei dice que es de ultraderecha. O dice que es “anarco-capitalista”, otra mentira: el anarquismo está contra toda forma de poder, político, económico, religioso, genérico, racial; el capitalismo es la consagración del poder del dinero. Se puede ser anarco o ser capitalista: los dos a la vez es imposible. por otro lado, el shock de reformas neoliberales no puede sostenerse sin un mayor grado de fascismo social e institucional... nada que ver con el anarquismo. Por el contrario, Milei tiene un propósito thatcherista de modificar las relaciones de fuerza, quebrando las poderosas organizaciones populares del país, y pretende instaurar un modelo neoliberal semejante al impuesto durante décadas en Chile, Perú o Colombia: intentará modificar las relaciones de fuerzas que limitan el despotismo de los capitalistas, doblegando a los sindicatos, debilitando a los movimientos sociales y atemorizando a las organizaciones democráticas, buscando introducir una hegemonía perdurable de los poderosos.
Y Milei (un personaje profundamente misógino, que en nombre de la "libertad de mercado" propone la venta de órganos, la eliminación del Banco Central, la dolarización de la economía y la privatización de la salud y la educación (que, sin embargo, dependen en parte de las provincias), de la TV y la Radio Pública y también la Agencia Estatal de Noticias Télam, junto con una propuesta política que pretende sintetizar los proyectos de la dictadura militar (1976-1983) y el menemismo (1989-1999)) funciona como una caja de Pandora que en su interior albergaba múltiples violencias, que ahora se aprestan a arrasar todo lo conocido.
El repudio y el espanto justificado por lo que se avecina no debería desdibujarnos el rostro auténtico de quienes generaron esos sentimientos, de quienes contribuyeron a este envilecimiento e hicieron posible esta terrible configuración socio-cultural de Argentina. Existen responsables directos y cómplices del proceso de deshumanización que creó a un payaso siniestro como Milei y que encumbró a un personaje marginal y defensor de genocidas como Villarruel y a una corte de personajes perversos y/o bufos.
Claro está, también hizo su trabajo de zapa la indiferencia de millones. La indiferencia de la ciudadanía honesta y bienpensante, políticamente correcta, ideológicamente ecléctica. La indiferencia de quienes naturalizan las situaciones más aberrantes. La indiferencia de esas personas que no se percatan de que, en esta jungla, tener las necesidades básicas satisfechas las convierte en privilegiadas. La indiferencia de la militancia política estatal, gestionaria y asistencial. La indiferencia de la militancia ilustrada y prescriptiva que prioriza la fidelidad al dogma antes que a los sujetos concretos.
En buena medida llegamos hasta aquí porque durante casi cincuenta años se fue conformando (con diferentes ritmos e intensidades) una sociedad a medida del mercado y se fueron deteriorando los imaginarios igualitarios. ¿Qué comportamientos políticos se pueden esperar de una sociedad financiarizada, fragmentada, endeudada y precarizada? Incluso las instituciones públicas (las más “autónomas” y “democráticas”) no han sido ajenas a este proceso. Ellas también, a su manera, se dedicaron a darle rostro al engendro ultraderechista. Lo fueron anticipando, “democráticamente”, sin motosierra. Erigieron una maquinaria política dedicada a metabolizar las frustraciones sociales, no a erradicarlas. Ahora se topan cara a cara con la criatura que engendraron y los invade un sentimiento de consternación.
Muchas de estas instituciones han estado comprometidas con prácticas y narrativas como el extractivismo, el emprendedurismo, los modelos gerenciales de la política, la “ciencia empresarial”, las micropolíticas neoliberales, la expansión de lo privado en desmedro de lo público y lo común, una concepción del espacio público como “excedente improductivo”, la violencia institucional, etc. Se dedicaron a la contención del conflicto social y político y no a potenciar los entramados de la sociedad civil popular. Buscaron clausurar la deliberación y el disenso apelando de múltiples vías. Promovieron una política que fagocitó lo político. Acumularon deudas e injusticias que ayudaron al triunfo de los verdugos. El Estado, descaradamente clasista, violento hacia abajo, le simplificó “los trámites” a las clases dominantes y a los poderes fácticos y se los complicó demasiado a las clases subalternas y oprimidas. Tanto se los complicó que les distorsionó la mirada y ahora estas no son capaces de reconocer las porciones del Estado que les son indispensables, favorables e incluso propias.
En líneas generales, la mayoría de las instituciones argentinas, no dio respuestas rotundas a los problemas de fondo: la soberanía nacional, la desigualdad social, la concentración de la propiedad y la renta, el hambre, la inflación, la participación popular, en fin, la matriz económico-social y política. Por el contrario, se programó institucionalmente el sufrimiento, administrándolo; se planificó institucionalmente el hambre, dosificándola. Y ahora, una parte importante de la sociedad (en especial de la sociedad civil popular) votó por quienes, directamente, proponen arrasar con esas instituciones, desregulando el sufrimiento y multiplicando el hambre. Votó asumiendo el riesgo (o incluso con certeza) de sacrificar lo poco que tiene para perder.
La hora de las horrendas profecías
Pareciera que, en la visión de los funcionarios entrantes, la población argentina debe expiar presuntos pecados a través de sufrimientos múltiples y sostenidos en el tiempo. Y afrontar los costos de supuestas “malas decisiones”. Como los deudores de créditos hipotecarios UVA, que deberían afrontar las consecuencias de su temeraria pretensión de acceder a una vivienda propia, tal como dictaminó Javier Milei en un intercambio radial.
Un verdadero paraíso para una parte sustancial del gran capital. Es cierto que asimismo habría sectores capitalistas perjudicados, pero es sabido que las crisis tienen ganadores y perdedores, aún en el reino de la plena “libertad de empresa”. Y un purgatorio de incierto regreso para trabajadores y pobres, abocados a una profundización de los padecimientos que ya afrontan desde hace años. Mientras en las palabras se abomina del 40% de pobreza se generan condiciones para mayor empobrecimiento y se trabaja para una mayor degradación de la cantidad y calidad del empleo.
El señor Milei consiguió convertirse en el símbolo del odio. Durante buena parte de su campaña su propuesta fue simple: hay que romper todo, hay que romper todo, hay que romper todo, hay que romper todo –y yo soy el que puede hacerlo porque soy el más violento, el rey de la selva, el León, como se hacía llamar. Y tantos lo siguieron, adoradores de la motosierra, aunque la mayoría no tuviera claro qué haría este rey para solucionar sus sufrimientos. Sin ideas, sin debate, sin futuros, la Argentina se volvió un país reaccionario: un país donde cada gobierno hace tantos desastres que el siguiente asume para reaccionar contra ellos, deshacerlos.
Tiempo de monstruos
Israel ha desatado lo que el sionismo podría definir como la ira divina contra el pueblo palestino y practica un genocidio que se parece más al apocalipsis bíblico. Mientras, el mundo asiste a una masacre televisada y contada por quien la ejecuta. Y mientras los dirigentes europeos y norteamericanos se miran el ombligo y aplauden y alimentan nuevos monstruos.
La concentración de la riqueza se direcciona hacia una minoría, mientras se producen los recortes, y consiguiente deterioro, en todos los escenarios que deben de proveer bienestar social y vida digna a las grandes mayorías. Pero esas políticas pronto se demostrarán fracasadas y el libertinaje de los mercados y la ambición sin medida por multiplicar la acumulación de riqueza provocará toda una sucesión de crisis económicas como lo evidenció la inviabilidad del plan neoliberal.
Argentina no es un caso único. En variadas latitudes se ha asistido a fenómenos de signo semejante. Donald Trump, Jair Bolsonario y Giorgia Meloni, en ese orden cronológico, llegaron al gobierno en sus respectivos países.
Es cierto que ninguno de ellos vino tan de fuera del sistema político como el “libertario” argentino, una creación inicial de los grandes medios de comunicación que creció mucho más allá de lo pensado, incluso para las previsiones del propio Milei.
También es verdad que el presidente electo consiguió el apoyo de un sector muy importante de la derecha preexistente, que se le sumó en la segunda vuelta. La que le aportó un amplio caudal de votos, con el vuelco a favor de sectores ajenos a la órbita de expansión inicial del dirigente de La Libertad Avanza (LLA)
En su primer discurso de la noche del domingo el triunfador combinó un tono reposado con una defensa intransigente de sus postulados. Cabe marcar dos líneas centrales en la alocución: La primera fue la promoción de una visión del mundo y del país de signo ultraliberal, que no dejaría lugar para tibiezas ni gradualismos, en sus propias palabras. El gobierno limitado, la propiedad privada y el comercio libre serían los pilares incontestables.
La complementó con el inequívoco anuncio de que está dispuesto a imponer a palos su particular noción de la libertad. Quien se resista será reprimido, “dentro de la ley todo fuera de la ley nada” dijo, sobre todo si utiliza “la violencia”. Es sabido que en el léxico de las derechas radicales, “violencia” es un nombre aplicado a cualquier acción firme en defensa de las condiciones de vida y de los derechos de las clases populares. Y “ley” es una noción elástica, susceptible de ser malversada al servicio de sus intereses.
Lo anterior fue acompañado por un acento renovado en el propósito de “refundación”: Un siglo de historia argentina sería dejado atrás. A partir de la falsedad de que nuestro país fue la primera potencia mundial en los albores del siglo XX, el líder de LLA construye una versión criolla del “make América great again” de Trump. Y se preadjudica un horizonte temporal desmesurado para sus políticas. Llevar de nuevo al país a la cúspide será una tarea de décadas, afirma.
Otra particularidad de la alocución fue la ausencia de cualquier retórica de “unión nacional” y la carencia de un reconocimiento a quienes no lo votaron. Sólo la convocatoria a los que quieran sumarse a “las ideas de la libertad”. Se colige que a quienes se mantengan refractarios a su pensamiento les espera el escarmiento que mencionamos más atrás.
El Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) realizó una comparación entre 27 propuestas de La Libertad Avanza –que presentó como plataforma ante la Cámara Nacional Electoral- y las políticas llevadas adelante en estos tres períodos anteriores: la gestión económica de José Alfredo Martínez de Hoz durante la última dictadura; el modelo Menem-Cavallo de los 90 que se extendió en su corsé hasta el precipitado final del gobierno de Alianza; y los cuatro años de Macri con sus cuatro ministros de Economía. Es decir, los tres procesos neoliberales previos.
Los resultados, que la entidad publicó en sus cuentas de redes sociales, arrojaron que las propuestas de Milei coinciden en un 70 por ciento con las aplicadas por Menem-Cavallo, en un 68 por ciento con las de Martínez de Hoz durante la última dictadura, y en un 63 por ciento con la del ahora aliado Macri.
En un país hipotecado y afectado por una gran crisis económica, que está ingresando en una estanflación (inflación con recesión), la nueva conducción política y económica combina ideologistas ultraliberales que todavía no se enteraron para dónde va el mundo, con especuladores ladrones que no pueden ver más allá de sus objetivos inmediatos de pillaje. Con conductores ciegos el pronóstico de colisión es una certeza. Como vemos, lo "novedoso" de las políticas que piensa aplicar Milei tiene antecedentes.
¿Cómo sigue esta historia? ¡Otra vez sopa! El que viva, lo verá.