Una y otra vez me repito: “No te metas a restaurantes que estén en el malecón, en la playa, o en las plazas donde abunden los “monumentos turísticos” de la ciudad en donde esté uno de vacaciones. Y una y otra vez la fachada interesante, las luces atractivas del anuncio, la arquitectura colonial y el vislumbrado interior acogedor me hacen que caiga en el mismo pozo de las angustias gastronómicas.
Ahí, cruzando la calle a veinte metros del malecón de Puerto Vallarta, me volvió a suceder. “La Posta” se veía interesante y entré con mi familia. Soy sencillo y elemental para ordenar, degustar y juzgar una comida italiana. Pido pizza y pasta. O pizza. O pasta. En esta ocasión el hambre no me apretaba tanto y decidí pedir sólo una pizza, para mí sólo. De jamón serrano.
La masa… absolutamente deprimida y deprimente; la salsa… sin sabor, igual que el queso; el jamón serrano… de una ínfima y deprimente calidad. Me comí dos rebanadas -no daba para más- y me dediqué a llenarme con Coca Cola Light y con un poco de la pasta que pidió mi hija, la mayor. De la pasta comí dos pequeñas porciones y no vale la pena aquí ni siquiera comentarla. Salí diciendo “nunca más“. Ni este restaurante, ni otro que esté ubicado donde los turistas están de tan buen humor -por andar disfrutando sus vacaciones, por haber salido de nadar y de cabalgar en la banana, por andarse ligando ya a la güerita sueca, por andar hasta atrás de borrachos- que en lo último que piensan es en la calidad de la comida.
Calificación de Police Gourmet (del 1 al 10): 3
NOTA.- Mi hija y yo tenemos criterios diferentes respecto a muchas cosas, de modo que no asumo responsabilidad alguna sobre lo que ella escriba.
COMENTARIOS DE MI HIJA, LA MENOR (es adolescente):
De vacaciones en Puerto Vallarta, después de un largo rato de paseo, nos dió hambre, vimos este restaurante (La Posta) y con el calor de la tarde y la sed que teníamos, decidimos entrar. Claro va quedando en nuestras visitas a varios restaurantes parecidos, que mientras más turistas haya en el área en que se encuentren, peores restaurantes van surgiendo al mundo de la gastronomía. También queda claro, que los restaurantes que junto con la definición de la comida que venden ponen “… y Bar”, no son buenos, o porque le toman más importancia a los vinos y licores que a la comida, o porque el chef se la pasa tomando tanto, que entre copa y copa, al final no cocina bien!
Entre los platillos que ordenamos, yo pedí una sopa de mariscos. Todos sabemos que para hacer una buena sopa de mariscos, no solamente se requiere hervirlos en agua y ponerle dos jitomates licuados. La sopa no resultó tan mala, pues los mariscos eran mariscos frescos -que no era nada del otro mundo, pues si tienes un restaurante al lado del mar y no tienes mariscos frescos, estás perdido-, pero no era una sopa por la cual el restaurante mereciera que fuéramos otra vez. Y la sopa tenía de sal lo que Jesse Pinkman (Aaron Paul) de conocimientos de química en Breaking Bad.
Por otra parte, claro está que los meseros jóvenes no entienden lo que es el horario de trabajo. O se la pasan platicando con la chica que trabaja como recepcionista en el mismo restaurante, o con su compañera mesera, o si no hay mujeres que trabajen en el lugar, cantan a toda voz -para colmo desafinadísimos- la canción que esté al momento en el aparato de audio, tratando de llamar la atención de muchachas turistas que van pasando, o de alguna rubia americana que tenga la intención de entrar. No son profesionales, y eso, junto con la mala comida, acaba por hacer que la gente no vaya, o deje de ir.
Al salir, todos nos pusimos de acuerdo en que la próxima vez aguantaríamos un poco más bajo el sol y nos broncearíamos de más, sin desesperarnos, con tal de encontrar un mejor lugar y no entrar ni a éste, ni a otro parecido a éste. Mira que ir de vacaciones y comer en un lugar feo, te puede arruinar la tarde…
Ah! La Coca Cola que tomé si me gustó!
Calificación (del 1 al 10): 2