1 Si se le hace seguimiento al comportamiento de la oposición que surgió en Venezuela después de la derrota que le propinó Hugo Chávez al puntofijismo en 1.998, caracterizado por el aventurerismo y la irracionalidad, habría que concluir que ante la situación que vive actualmente el país, volvería a incurrir en el error. Lo cual no debe sorprender a nadie, ya que se trata de una constante de quienes la dirigen. De la fatalidad que siempre los acompaña.
2 Así fue el 11 de abril de 2.002, cuando se dejó guiar por Fedecámaras, por la cúpula de la Iglesia católica y un grupo de oficiales sin ascendiente en la institución castrense. La historia se repitió poco después con el llamado a huelga general y la aventura del paro petrolero. De esa repetición de errores forman parte variados episodios de insensatez, como los conatos conspirativos sin sustento, el rechazo al diálogo, la abstención en una elección parlamentaria que dejó a la oposición sin representación en la Asamblea Nacional, la guarimba del 2.014 y sus efectos colaterales, hasta llegar a la insurrección, apuntalada en el terrorismo de este año.
3 A la presente situación, en apariencia bloqueada, Maduro respondió al reclamo de elecciones de la oposición sacando de la manga una carta que coloca al sector ante la disyuntiva de aceptar el reto o rechazarlo. En su terca actitud de embestir cualquier trapo rojo, sin tomarse un tiempo para reflexionar, de inmediato los líderes de la oposición cuestionaron la iniciativa presidencial de una Constituyente y comicios regionales.
4 Maduro y el chavismo han hecho una apuesta audaz, que para algunos analistas luce temeraria porque no solo pueden ser derrotados en las regionales sino que un fracaso en la elección de la Constituyente significaría la pérdida de poder por las atribuciones que tendría la mayoría que la controle. Ahora bien, ¿por qué los líderes de la oposición cuestionan la iniciativa presidencial? ¿Acaso porque dudan de la fuerza electoral de la cual se jactan? ¿O porque consideran que en la actual etapa armada de la insurrección que impulsan en la calle el gobierno de Maduro finalmente se desplomará? Todo es posible en las actuales circunstancias, pero lo único cierto es que una medición de fuerzas serviría para sincerar la política; para que se defina el tema de quién es mayoría en el país, y que el que resulte minoría adopte un comportamiento ajustado a reglas de juego claras.
5 Por el momento lo que importa es saber lo que hará la oposición, porque el chavismo tiene las cartas sobre la mesa: va por la victoria y punto. En tanto que el liderazgo opositor se debate en el dilema de ser o no ser: de participar en las dos elecciones previstas, Constituyente y Gobernadores. Si se abstiene, como en el 2.005, perderá espacios que ha conquistado. Así de sencillo. ¿O acaso será capaz de superar en esta ocasión una tradición de desaciertos que hace que los avances que logra los derroche luego con increíble insensatez? ¿Qué hará la oposición finalmente? O corre o se encarama, como define a esta situación el lenguaje coloquial. Ojalá que acertara en una decisión que facilite el diálogo, abra las puertas a la paz y abandone la obsesión de impedir que Maduro concluya el periodo constitucional.
LABERINTO
Sorprende la banalidad de los argumentos que los partidos, tanto el mediático, como el religioso y el cupular partidista, utilizan para oponerse a la propuesta presidencial de la Constituyente. El más deplorable por su simplismo es el de que una Constituyente no resuelve los álgidos problemas de los ciudadanos; que nada aporta a la solución de la crisis. Pregunto, ¿qué ley o Constitución resuelven, por sí solas, los problemas cotidianos de la gente? ¡Ninguna! La solución –o el intento por resolverlos– está en la voluntad de ejecutar sus contenidos. La Constitución del 61 fue objeto de la burla permanente de sus patrocinantes. Lo sustancial de ella quedó sin ejecución práctica. En cambio que la del 99 ha tenido evidente positividad. Ha sido la Constitución que visibilizó al ciudadano, que le abrió el camino a la participación, que colocó el acento en lo social…
La constituyente hoy día es la opción para crear un escenario distinto al actual, caracterizado por la congelación de la acción política; estancado en el marco de una virulenta polarización. Superar esta situación, permite acceder al diálogo, única vía para evitar que la violencia se apodere del país y los venezolanos terminemos matándonos. Lo cual, sin duda, es una posibilidad cada vez más próxima por el nivel que ha alcanzado el odio salvaje que hoy se pasea por las calles…
Esta posibilidad existe, es real, y cada vez nos acercamos más a ella. Lo que sucede en las últimas semanas es lo más parecido a una guerra civil no declarada –en estado larvario–, pero con una dinámica endiablada. Que acecha a diario con ferocidad. También la posibilidad de la intervención extrajera, bien a través de una fuerza expedicionaria multinacional, envuelta en los mejores propósitos humanitarios –como siempre ocurre en estos casos–, que acabe con el Estado nacional, o que desencadene ambiciones territoriales, tradicionalmente arraigadas en las elites dominantes en naciones vecinas…
Creo, sinceramente, que estamos ante una situación en la que nada debe ser subestimado. Por ejemplo: el chavismo no puede subestimar a la oposición ni ésta puede hacer lo mismo con el chavismo. Con todas las críticas que se le puedan hacer a la oposición, a su fragilidad programática, a la carencia de liderazgo, a los nexos con los factores más regresivos de la política mundial, ésta existe. Tiene adeptos. Mueve gente, a pesar de su política equivocada, y es evidente que sin concertar con ella aspectos claves de la política no hay posibilidad de cambiar el clima letal que existe. Igual consideración cabe respecto al chavismo, y, por consiguiente, a su gobierno. El chavismo es un fenómeno profundamente arraigado en el pueblo y su gobierno puede que no agrade a todos, pero existe. Desconocerlo es una torpeza que entraba la probabilidad de transitar por una vía que impida el crecimiento de los niveles de violencia…
Aquellos que hacen denodados esfuerzos por plantear que si se da un cambio de gobierno –o una presunta transición–, hay que extirpar al chavismo, aparte de tener una mentalidad criminal son unos ignorantes de los procesos históricos. Está el caso muy actual: el curso de la política en Brasil, el derrocamiento de Dillma y el ascenso a la presidencia de un neoliberal-corrupto como Temer, quien se dedicó a perseguir a Lula, al PP y a otros movimientos progresistas. Ahora el personaje está contra las cuerdas, aislado, a punto de ser derrocado. Pensando en Venezuela, la pregunta es sencilla: ¿cuánto tiempo duraría en Miraflores un gobierno que centre su accionar en la persecución y la eliminación de los dirigentes de una fuerza con la organización, implantación social y combatividad del chavismo?…
Como “crimen de odio” calificó Tarek William Saab, Defensor del Pueblo, el asesinato del Teniente ® de la Guardia Nacional Barney José Subero, en Cabudare (Estado Lara), por una turba de la oposición. Primero fue vejado y torturado bárbaramente y luego ejecutado en medio del grito ¡Muera el chavismo! Sin duda una acción despreciable, cobarde, reveladora de insólitos niveles de oprobio. Pero tan vil como el crimen es el silencio de los que inducen a cometer este tipo de delito.
“Todo es posible en las actuales circunstancias”
José Vicente Rangel