La prensa española está atravesando por uno de los peores momentos que se recuerdan a lo largo de su historia; una situación que amenaza con acabar con los medios de información, sobre todo escritos, ya que su falta de previsión ante la irrupción del mundo multimedia y los periódicos digitales, está pasando una factura imposible de hacer frente por parte de los medios tradicionales.
Como causantes de está grave crisis se pone sobre la mesa a Internet y los nuevos periódicos digitales, los grandes grupos multimedia, que aglutinan radios, prensa escrita, plataformas televisivas, revistas, etc, todo bajo el mando de un mismo dueño; y, como no, la crisis económica que está provocando una caída en picado de los ingresos por publicidad y está llevando a la ruina a los grupos de información de siempre.
Sin embargo, y teniendo presente estas causas, hay otra que no se nombra tan a menudo y que, desde nuestro punto de vista es la verdadera responsable de la herida mortal de la prensa nacional. No es nueva, lleva revoloteando por los tejados de la información desde prácticamente el origen de la libertad de prensa. Nos referimos a la crisis de los valores fundamentales de la libertad misma de la información y del derecho a contar libremente y opinar sobre las situaciones de la actualidad que nos rodea.
La información es poder, algo que saben perfectamente los políticos y los grandes grupos económicos, que se han hecho desde hace ya bastante tiempo la siguiente reflexión: si controlas la información, controlas el poder. Con esta máxima y aprovechando la crisis económica y que los medios no han sabido adaptarse al nuevo mundo de Internet, se han lanzado como lobos a la caza y control de los medios de información, a los que han puesto a trabajar a su servicio, para y por sus propios intereses, con lo que casi siempre –afortunadamente todavía se les escapa algo, cada vez menos- son estos poderes los que controlan y deciden qué se cuenta y cómo se cuenta.
Estos grupos, en su mayoría dueños de grandes empresas de comunicación que controlan prensa escrita, televisiones, radios, medios digitales, etc. dictan, quitan y ponen, cambian, se fusionan, etc., para seguir dominando y decidiendo lo que se debe saber y lo que no. Ejemplos claros tenemos en los últimos meses, incluso años, de lo que decimos: el caso de Telemadrid y Canal Nou, entre otras, la reciente destitución de Pedro J., los problemas de El País y su inminente cambio de dirección, los rumores que afectan al resto de prensa escrita, con todo tipo de de especulaciones sobre desapariciones, quiebras económicas, fusiones…
En este clima no es de extrañar que los profesionales de la comunicación, los que cuentan las noticias, se sientan amenazados, inseguros y desalentados ante un futuro bastante negro. No les dejan muchas opciones y, generalmente, la mayoría ha optado por una de estas tres soluciones: acatar y obedecer ante el miedo de perder su trabajo; irse -o ser despedidos- y buscar un medio que les ofrezca un mínimo de libertad para poder trabajar dignamente –lo que suele acabar en el autoempleo y la creación de nuevos medios, sobre todo digitales; y la última, la más triste, la de unirse a sus verdugos hacer de altavoz de éstos sin ningún tipo de escrúpulos ni un ápice de orgullo. Este último grupo es el de aquellos que se venden a sí mismos como patriotas y desprecian al resto porque no alaba al poder como hacen ellos, son los guiñoles del poder. Todos sabemos cómo actúa La Razón, ABC o las cochambrosas cadenas del TDT que no ofrecen otra cosa que una imagen sesgada de la realidad, interesada y de una manipulación tal que da vergüenza ajena verlo. Además, a esta sucia prostitución informativa se unen las cadenas autonómicas y TVE, lo que deja al ciudadano totalmente ignorante de la situación actual. Sólo es posible tener opinión propia si se bucea en la red y se escogen con cuidado algunas noticias de algunos medios, no muchos. Si no fuera por Internet estaríamos ya inmersos en un régimen totalitario absoluto.
La solución ante esto es una refundación de la prensa como tal, que se desligue totalmente del poder económico, si esto es posible, y que sea capaz de autofinaciarse para que no tenga que depender de nadie. El periódico del futuro, sea en papel o digital, debe volver a dominar su espacio y debe concienciarse de que los ciudadanos quieren saber, no ser aleccionados, por lo que a los profesionales de la información les toca luchar por una independencia informativa que en parte se les ha arrebatado, en parte han ido cediendo a cambio de comodidad económica. Pero la libertad de información no sólo debe ser reclamada por los profesionales de la prensa, la sociedad en su conjunto debe exigir la limpieza moral necesaria para que esto se pueda llevar a cabo y, en este sentido, también debemos asumir la responsabilidad que nos toca.