Pero la comida no era tan atractiva antes de que Martie pusiera sus manos en ella. La carne estaba cruda y fofa, el arroz era duro y quebradizo, y las verduras necesitaban ser lavadas y cortadas.
Me recuerda la obra de gracia que Jesús hizo por nosotros. Soy bien consciente de mi fragilidad y mi tendencia a pecar. Sé que en mi condición, no puedo presentarme ante Dios. Sin embargo, cuando soy salvo, Jesús me convierte en una nueva creación (2 Corintios 5:17). Me toma exactamente donde me encuentro y me hace precisamente lo que debo ser: «[santo] y sin mancha e [irreprensible] delante de él» (Colosenses 1:22). Me presenta ante nuestro Padre como algo bello y digno de estar en su presencia.
¡Que su obra transformadora a nuestro favor nos estimule a vivir a la altura de la presentación y a estar humildemente agradecidos a Cristo por su obra consumada en nuestra vida!
Jesucristo nos toma de donde estamos y nos convierte en lo que debemos ser.
(Nuestro Pan Diario)