"La primavera romana de la Señora Stone". Amor joven, mujer madura

Publicado el 14 septiembre 2017 por Sofiatura
Ir a la deriva es una sensación que todo ser humano ha experimentado alguna vez en su vida. Es ese extraño sentimiento de saber que estás perdiendo algo de ti mismo, que la corriente te lleva hacia una dirección desconocida y posiblemente hostil. Sin embargo, no pareces querer luchar lo suficiente contra esa marea, pues sabes que sería inútil. O, por otro lado, puede que estés tan inmerso en ese mar de falsa felicidad, que sencillamente prefieres morir ahogado. 
Karen Stone, la protagonista de esta historia, es una actriz venida a menos que está dejándose llevar, que navega sin rumbo fijo entre su deseo de libertad y la presión de los convencionalismos. Ha dejado tras de sí una carrera brillante, llena de éxitos y lujos; un marido recientemente fallecido y un país donde se cumplió su sueño americano particular. Ahora es una mujer madura que conserva la elegancia y el estilo, aunque simultáneamente es señalada por una sociedad que la considera demasiado mayor como para salir con Paolo, un joven y apuesto italiano que la desea no por lo que es, sino por lo que significa: bienes materiales, poder, prestigio, popularidad. 
Lo curioso del caso es que Karen, en un momento dado, declara que prefiere que no la deseen en absoluto antes de que la deseen por lo que tiene. Sin embargo, ahí está ella, disfrutando del placer efímero de esa inmensa contradicción en la que ha caído. Tiene además el problema de ser una mujer que ya no es dueña de una juventud física, pero que sí posee la chispa de la curiosidad y la necesidad de disfrute de cualquier joven. Lo que llueve sobre Karen, cómo no, son los juicios de valor, la condena por una supuesta actitud reprobable, las críticas de doble rasero. Mujer viuda, madura, adinerada y enamorada alguien de menos edad... Me pregunto de repente cómo cambiaría el cuento si Mrs. Stone hubiese sido un hombre. No obstante, esta no es una historia sobre supuestos, sino sobre realidades mucho más complejas que las que acabo de exponer.

Warren Beatty y Vivien Leigh en la
versión cinematográfica del 61


Tennessee Williams escribió grandes obras de teatro (algún día hablaré de ellas), pero le bastó una primera y última novela para demostrar que también poseía un enorme talento para la narrativa. La prueba está en esta obra tan llena de simbolismo y melancolía donde se enlata un mensaje que va calando en el lector en apenas unas pocas páginas. Es por ello que, al terminar, te encuentras de pronto muy sorprendida. Porque sin darte cuenta has aprendido mucho sobre el pavor a envejecer, el temor a la soledad, lo relativo de la vejez y la celeridad de la juventud. Y, allá, de fondo, puedes apreciar la hipocresía de quienes solo son capaces de ver la situación desde fuera. 
Así que, para cuando terminas de acompañar a Karen por su viaje a la deriva, has pasado por su lucha contra el qué dirán, por su apego a un amor falso y vacío y por su miedo a una derrota que empieza con la vejez y que acaba, como bien sabemos todos, con la muerte. Has estado mirando a la protagonista navegar sin rumbo fijo, a sabiendas del peligro que ello suponía. Pero, ¿quién de los dos es más culpable?

Publicado el 14/9/2017