Aunque coincidieron alguna vez más, el primer y único gran enfrentamiento que se dio del uno contra el otro fue en la UEFA Champions League de la temporada 2008/09, en Octavos de Final. Zlatan Ibrahimovic llegaba como estrella indiscutible de un Inter dominante en Italia que tenía que dar con Mourinho el paso que en Europa no había dado con Mancini. Es curioso. Tanto el crack sueco como su equipo estaban en la misma y exacta situación, y el crack lo sigue estando. Por su parte, Cristiano Ronaldo visitó San Siro en calidad de campeón de la Premier League, de la Copa de Europa y, desde hacía poco más de un mes, del Balón de Oro. Sir Alex Ferguson y su amigo José propusieron un partido cerrado, de mucho control defensivo, confiando a sus dos mejores jugadores la tarea de hacer la diferencia. El resultado final fue de empate sin goles, pero Cristiano demostró ser un hombre de leyenda. Partiendo desde la banda derecha, su posición favorita en aquellos días de juventud, se comió el encuentro y convirtió a Julio César en la figura de la noche. Fue una exhibición despampanante. Mientras, Zlatan Ibrahimovic no llegó a chutar entre los 3 palos. El Zlatan de hoy sí lo hubiera hecho. Y es que, increíblemente, los dos fenómenos son en estos momentos futbolistas astronómicamente superiores a los que se midieron hace ya cuatro inviernos sobre el césped de Javier Zanetti.
Es injusto y doloroso que uno de ellos no vaya a estar en Brasil. Injusto porque la regularidad es la virtud que más debe aplaudirse en el fútbol de hoy y ellos, junto a Leo Messi, constituyen la Santísima Trinidad domingo tras domingo. Doloroso porque, además, son dos talentos extraordinarios. La ausencia del que falte implicará que el Mundial no podrá ver jugadas que la Champions League sí verá, y ese vacío llegará a sentirse en algún momento. Para evitar ser la víctima final, cada crack tendrá una ventaja importante en esta eliminatoria. Zlatan, sobre todo, gozará del no tener nada que perder mediáticamente. Su Selección es Suecia, está aquí por él y, en cierto modo, no se le puede exigir mucho más. Obviamente le quemaría por dentro no estar en la gran cita, pero sabe que no le debe nada a nadie y que la opinión general que se tendrá sobre él una vez se retire no cambiará demasiado por el hecho de asistir o no a esta Copa del Mundo. Cristiano Ronaldo sí tiene que estar en ella para cumplir sus objetivos, no le cabe otra opción, es una obligación absoluta y sentirá esa presión desde su país, su seleccionador, sus compañeros y, por supuesto, él mismo. Será tan incómoda la misma que le expondrá ante su mayor defecto: confundirse en la lectura del encuentro y pensar que todo depende de él, que todo debe hacerlo solo. Si cae en dicha trampa, anulará su gran ventaja: Portugal tiene jugadores muy superiores a los de la Selección sueca.
Suerte para ambos.