En el valle, los estandartes ondeaban al viento emitiendo un sordo rumor. Un martillo retumbó una, dos, tres veces desde la parte de atrás de la fortaleza. En el cielo se oyó el reclamo de un pájaro. Un hombre susurró algo y luego se calló. Logen cerró los ojos, echó la cara hacia atrás y sintió en la piel el calor del sol y el frescor de la brisa de las Altiplanicies. Todo tan en silencio como si estuviera solo y no hubiera diez mil hombres ansiosos por matarse mutuamente. Había tanto silencio, tanta calma que casi le hizo sonreír. ¿Era así como hubiera sido la vida si nunca hubiera empuñado un acero?
Durante un espacio de unas tres respiraciones, Logen Nuevededos fue un hombre de paz. Y apunto una intrusión que me ha llegado al ver por tercera vez la película El Libro de Eli: si alguna vez llevan al cine esta trilogía, no se me ocurre mejor actor para encarnar al inquisidor Glokta que Gary Oldman. Veremos si se cumple.Y con esto finalizamos esta recomendadísima trilogía, aunque las aventuras de gran parte de sus personajes continúa en las siguientes obras del autor, ya sea en otros territorios o en tiempos futuros. Como el tiempo es oro y apremia, hacia allí nos dirigimos. ¡Atrévete a acompañarnos!